CONSEJOS PARA HACER CABLES
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Unos cuantos proverbios_
Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios.
¡Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco!
Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad.
Tú no te preocupes por mí
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Fary- Cantidad de envíos : 3220
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
¿EXISTEN DIFERENCIAS ENTRE CABLES? (II)
* Enlaces activados en mi blog.Se suele alegar que las pruebas ciegas se emplean en otros ámbitos de la ciencia o el comercio con total normalidad. Sin embargo, lo que no se dice es que su fiabilidad disminuye o aumenta según si hablamos de reacciones objetivas o de percepciones, que son por naturaleza subjetivas. El método ABX, en pruebas de audio, ha sido importado del ámbito médico y farmacéutico. Las diferencias son notables. Cuando se prueba un fármaco, se administra un único medicamento a cientos o miles de pacientes, no varios medicamentos a cada sujeto, con placebos a algunos de ellos. En ningún momento se les pregunta qué han experimentado al administrárselo, y mucho menos si han sido capaces de percibir si se trataba de un medicamento o un placebo. En realidad, se esquiva todo lo posible la percepción y la subjetividad del sujeto: se toman unas muestras de sangre u orina, se administra el fármaco y se vuelven a tomar muestras de lo mismo. Está claro que es un procedimiento distinto del que se emplea en audio (o en pruebas ciegas aplicadas a percepciones), y la mejor demostración es que el reparto de roles (división de pacientes en grupos A, B o C, figura del observador, etc.) no se puede transportar de un ámbito al otro.
En ámbitos donde intervienen las percepciones subjetivas, el método ha sido cuestionado numerosas veces. Es el caso del ámbito forense, que incluye entre otros las ruedas de reconocimiento de sospechosos. En ellas, no solo se trata de ver las similitudes entre el agresor y el participante en la rueda, sino de ver las diferencias entre varios sospechosos muy similares. Este tipo de pruebas, sin embargo, son más sencillas que las de audio, ya que existen más diferencias entre dos seres humanos que entre dos equipos de sonido. No olvidemos que estamos hablando de equipos de alta fidelidad, es decir, de componentes que por definición reproducen un sonido sin apenas desviaciones. Por ello, podríamos imaginar un experimento análogo: usted tiene tres hermanos gemelos, y uno de ellos está acusado de homicidio. Para que la comparación sea similar a la de varios equipos de audio (parecidos pero no idénticos), se cita a los hermanos para una prueba de reconocimiento, y se les exige que se vistan, afeiten y peinen igual. No sé si usted (crea o no crea en las pruebas ciegas de amplificadores, fuentes digitales o cables) estaría dispuesto a someterse a ese blind test, incluso si la agredida que ha de identificarlos fuera su propia madre, que debería conocerlos mejor que cualquier otro. Yo, desde luego, no lo haría.
Cualquiera, en su casa, puede comprobarlo por sí mismo. Solo es necesario que escoja un producto que, por naturaleza, pueda presentar muy pocas variaciones (agua, leche, vino, bebidas refrescantes casi idénticas...) y pida a un familiar que le prepare, a temperatura ambiente, 10 muestras pequeñas numeradas. Lo más probable es que no sea capaz de distinguir las distintas marcas de agua o de leche, pero ello no lo conducirá a la absurda conclusión de que todas ellas son iguales o saben igual. Sencillamente, ha empleado un método que enmascara las diferencias reales entre marcas. Cuando consume un tipo de leche, agua o frutos secos sin comparación directa (usando un método que podemos llamar observacional), el sujeto sabe (recuerda) que su sabor o textura no son los mismos que los de otras marcas, y por ello los prefiere o cree preferirlos, y a menudo los rechaza cuando alguien de su familia le cambia la marca sin decírselo. En cambio, es incapaz de identificarlos correctamente en una prueba con 10 muestras. En audio, por cierto, se exige que el sujeto que ha acertado 9 de 10 intentos se someta a una segunda ronda de otros 10 intentos. Si, en esas condiciones, alguien espera aciertos de 20/20 o 28/30, está esperando un milagro, en audio, en tipos de agua, en marcas de leche y en cosechas de vino.
Las pruebas de este tipo se han realizado y se realizan con asiduidad, casi siempre para poder presentar resultados llamativos, dar pábulo a titulares escandalosos o iniciar guerras comerciales entre marcas o países productores. Se hace con olores de alimentos y marcas (café, tomate, chocolate), con aciertos equivalentes al azar entre un muestrario de 20.000 participantes. En una prueba reciente, esta fue la tasa de identificación del olor del tomate ketchup:
Y esta, la del olor del Cola-Cao:
Finalmente, los índices de identificación del tomate Heinz:
Los resultados completos pueden verse AQUÍ. También con el sabor de los brownies, con aciertos casi nulos (AQUÍ). Y entre bebibas de cola, con muestrario de 8 personas y resultados bastante claros (AQUÍ):
Los tests de identificación de aguas embotelladas vs. agua del grifo arrojan resultados igual de desconcertantes (AQUÍ).
Son muy conocidos (porque la prensa, siempre dada titulares llamativos, los recoge a menudo) los resultados de las catas a ciegas de vinos. Estas no se realizan entre amateurs con poca experiencia, sino entre someliers de reconocido prestigio. Estas pruebas, muchas veces conocidas como Juicio de Paris, Juicio de Princeton y otros nombres similares, son bastante distintas de las de audio. No se pide a los expertos que identifiquen el vino, sino que lo puntúen a partir de un modelo formalizado, que se traduce en una valoración que suele oscilar entre los 0 y los 100 puntos. Los resultados acostumbran a ser sorprendentes y generan fuertes controversias. En general, suele haber un empate entre la mayoría de vinos, es decir, que en teoría son indistinguibles en prueba ciega. Los debates generados por este tipo de pruebas son exactamente los mismos que los que se dan en audio (por ejemplo, AQUÍ). Incluso cuando, en prueba de sabor, sin necesidad de distinguir o identificar nada, a un somelier se le entrega el mismo vino dos veces en el mismo concurso, su puntuación suele oscilar de 10 a 15 puntos de un total de 100. En decir, que para el mismo experto, el vino que hace media hora merecía 90 puntos y era excelente, momentos después se valora con 75 u 80 y es solo bueno.
Algo similar se da en el ámbito de las catas ciegas de Champagne. En 2003, se organizó una prueba realmente difícil. Varios reputados expertos asistieron a la cita con el propósito de identificar, solo por su aroma y sabor, la marca, el productor y el año de 50 variedades de Champagne. El experto Richard Juhlin fue capaz de alcanzar 43 aciertos de 50, mientras que el segundo clasificado (ex campeón mundial) solo acertó 4 de 50. Dada la dificultad de la hazaña, Juhlin no asistió a las siguientes catas, pero años después volvió a someterse a la prueba y acertó 20 de 20. El segundo clasificado pudo identificar 3 de 20. El Sr. Juhlin se negó a participar en más concursos, porque era consciente de que su logro era difícil de repetir. La hazaña del Sr. Juhlin se considera, en medios especializados, un hecho "increíble", una "proeza", un acontecimiento histórico que provoca "shock" e "incredulidad" entre los presentes. Es decir, se considera que no es lo normal ni lo esperable. Lo normal y lo esperable son los resultados del resto de expertos: un 5% o 10% de aciertos, a lo sumo. Si esto fuera una prueba ciega de audio, la hazaña del Sr. Juhlin se habría disuelto en la estadística del grupo de catadores, y la conclusión hubiera sido que no existían diferencias. Además, al Sr. Juhlin se le hubiera exigido el principio de repetibilidad: si realmente puede identificar los champagnes, debería estar en condiciones de repetir la prueba tantas veces como se le pidiera, algo a lo que él mismo se ha negado siempre. El test, como ya se ha dicho, es más complicado del que se pide en pruebas de audio, ya que el somelier debe emplear su memoria a largo plazo y discriminar con mucha más precisión.
Han sido varias las personas que, dentro del ámbito del audio, han reaccionado contra las pruebas ciegas, que consideran un método injusto porque solo contribuye a desacreditar y ridiculizar el trabajo de cientos de ingenieros y la experiencia sostenida durante años por parte de miles de amantes del sonido. Robert Hartley, editor de The Absolute Sound, publicó un editorial en el núm. 183 de su revista titulado "Blind Listening Tests Are Flawed". Allí menciona un caso extremadamente desconcertante. A principios de los 90, la Radio pública de Suecia sometió a prueba ciega ante más de 20.000 oyentes tres tipos de códecs de compresión para sus emisiones. Tras dos años de estudio, se decantó por un códec, que consideraba óptimo incluso para su implantación en las emisoras de radio de toda Europa. Antes de adoptarlo como definitivo para sus emisiones, mandó una muestra a Bart Locanthi, ingeniero experto en audio digital, que a los pocos minutos, en escucha observacional (en escucha normal, vaya), detectó un artefacto o ligera distorsión en el entorno de los 1500Hz. Este artefacto había pasado inadvertido en prueba ciega durante dos años ante 20.000 sujetos, pero fue aislado en escucha observacional. El procedimiento está ampliamente documentado en un artículo de Grewin y Rydén publicado en la X Conferencia Internacional de la AES.
Por su parte, John Atkinson publicó un artículo (Stereophile, 1989) donde aducía una situación con la que a menudo se han identificado muchos aficionados. Se sometió a una prueba ciega para distinguir dos amplificadores que, en escucha ocasional, sonaban muy distintos, y sin embargo no pudo diferenciarlos mediante el método de comparación directa. Se trataba de un Quad 405 y un amplificador valvular TVA. Impresionado por los resultados, decidió prescindir del segundo y adquirir un Quad como el de la prueba. Sin embargo, andando el tiempo, durante las escuchas domésticas, notó que el sonido no era el mismo (aunque su razón le dijera que no podía no serlo), y terminó por recuperar su amplificador original. Fiarse de sus percepciones durante la prueba ciega fue, en palabras de Atkinson, "el mayor error de mi carrera". Desde luego, el ejemplo no es probatorio, y se podría alegar que en la última decisión mediaron cuestiones psicológicas, pero el hecho de que esta experiencia se dé una y otra vez debería hacernos reflexionar. (El artículo puede consultarse AQUÍ)
Se me dirá que ninguno de estos ejemplos tiene que ver con la percepción auditiva, aunque sí con las percepciones y la pertinencia de las pruebas de doble ciego en los ámbitos donde interviene la subjetividad. Bien, veamos un ejemplo que solo afecta al sentido del oído. Hace pocos años, en un hotel de Indianápolis, se reunió a seis violinistas profesionales a los que se les vendó los ojos y se les pidió que distinguieran dos Stradivarius, un Guarnieri y tres violines modernos. Un luthier de Michigan declaró: "nadie tenía ni idea de qué violín estaba sonando". La prueba se simplificó: solo se les pidió que dijeran cuáles eran los violines italianos antiguos y cuáles los modernos. ¿Resultado? Tres aciertos, siete errores y siete ocasiones en las que se admitió que no podían diferenciarse. Cerca del 66% dijo preferir los violines modernos. Esta prueba se ha repetido varias veces, siempre con los mismos resultados. (AQUÍ y AQUÍ). Experiencias similares indican que, empleando este método, los expertos tampoco son capaces de distinguir un piano Stenway de otros piano de calidad contrastada.
Si las pruebas de doble ciego (o simplemente ciegas) arrojan resultados caóticos cuando se aplican a tipos de agua, marcas de bebidas refrescantes, variedades de vino o champagne, tipos de violines, marcas de pianos, olores de productos similares y, desde luego, componentes de audio, bien podemos preguntarnos qué podría estar fallando en el método, y de paso plantear métodos distintos para medir las diferencias reales entre distintas percepciones. Desde luego, siempre cabe la opción de considerar que estamos sometidos a una conspiración mundial mediante la cual la industria, desde varios ámbitos, quiere hacernos creer que cada producto es único, aunque realmente todos los vinos, aguas, sodas, violines, pianos, marcas de un mismo producto alimentario y equipos de sonido son exactamente iguales, salvo por la etiqueta o el cuño de marca con que se presentan en tiendas y supermercados. Por supuesto, es comprensible que todos queramos resultados rápidos, inequívocos y directos en el momento de valorar la calidad de cualquier producto. La intuición nos dice que dos productos distintos deberían ser distinguibles si se colocan el uno junto al otro. ¿Cómo no iba a ser así, puesto que son distintos? Sin embargo, como estamos viendo, ese sistema rápido, directo e inequívoco que la intuición nos dicta como inapelable presenta numerosas grietas y, lo más importante, sus resultados no suelen coincidir con nuestra experiencia cotidiana. Entonces, si esto es así, ¿por qué dos productos similares pero distintos no pueden distinguirse con facilidad en comparación directa? ¿No será la prueba ciega un trompe d'oeil que, en lugar de clarificar las diferencias, las oculta, como un espejismo?
Se han dado varias explicaciones, todas ellas relacionadas con el proceso de la percepción humana, aunque, sinceramente, ninguna de ellas, considerada de forma aislada, termina de convencerme. En el caso del audio, se ha alegado alguna vez, por ejemplo, que el oído necesita un periodo de adaptación ante un cambio de sonido, similar a la adaptación que necesita el ojo cuando se traslada de un ambiente muy iluminado a un ambiente muy oscuro. Se ha dicho también que ese periodo de adaptación es más largo para el oído que para el ojo, como sugiere, por ejemplo, el pitido agudo que permanece en el oído a la mañana siguiente de un concierto, pasadas varias horas. Ante un cambio sutil (dos componentes de audio), ese periodo de adaptación impide detectar diferencias en comparación directa. Ignoro si este argumento es válido, pero bien merece una consideración.
Por mi parte, ya he alegado arriba otro motivo plausible: nuestro cerebro caza las similitudes al vuelo, porque parece haber sido diseñado para ello; en cambio, necesita esforzarse para hallar diferencias (a veces, muy significativas), puesto que no parece estar preparado para esta tarea. Las viñetas de los periódicos en las que hay que aislar varias diferencias visuales serían un ejemplo de ello.
Otro motivo que suele alegarse para explicar los fallos en las pruebas ciegas tiene algo de irónico. Quienes las organizan, repiten una y otra vez que las comparaciones a distancia se basan en la memoria auditiva, que es extremadamente voluble, y por este motivo uno no puede fiarse de ella. Sin embargo, cuando se organiza una prueba en la que hay que identificar dos componentes (no indicar si ha habido un cambio en el sonido), lo que se exige es precisamente un acto de memoria. Pongamos un ejemplo muy sencillo. Cuando una persona copia un texto, transladándolo por ejemplo de una hoja de papel a la pantalla del ordenador, sigue inconscientemente varios pasos: 1) lee unas palabras del texto original, 2) retiene y repite en la memoria esas palabras, es decir, ejecuta lo que técnicamente se llama perícopa o dictado interior, 3) se dicta a sí mismo la perícopa mientras la copia en otro soporte. Aunque el pasaje memorizado es puramente verbal y bastante breve, los errores y olvidos son muy frecuentes. Si no nos damos cuenta de ello, habrá un fallo en la copia; si nos damos cuenta, volveremos a leer el texto original para retenerlo de nuevo en la memoria. En este proceso, sencillísimo, empleamos una porción minúscula de nuestra memoria, una porción digamos volátil, que es extremadamente poco fiable. Por eso, siempre se ha recomendado revisar todo el texto una vez se ha copiado. Quien ha realizado alguna vez un dictado escolar, sabe que los errores, lapsus y repeticiones son lo más habitual.
Cuando se evalúan dos componentes de audio, la operación es similar. El sujeto trata de retener en la memoria un pasaje o detalle sonoro muy breve (perícopa) que de algún modo se intenta repetir a sí mismo, y a los pocos segundos intenta compararlo con otro pasaje en apariencia idéntico. Es decir, no compara directamente dos pasajes sonoros, sino un pasaje memorizado (perícopa) y un pasaje acústico. Compara su memoria con la realidad. Se me dirá que la memoria empleada es tan pequeña que apenas caben errores, pero también lo es durante la copia de un texto o un dictado, y los errores suelen ser numerosos, a pesar de tratarse de palabras que hemos memorizado y asimilado desde que tenemos conocimiento del idioma y las cargamos de significados. No sé qué sucedería si alguien se sometiera a un dictado de un idioma que no conoce, con sonidos familiares pero extraños a su lengua, es decir, no asimilados como propios. Podría pedir a la persona que dicta que, por favor, leyera con extrema lentitud, repitiendo varias veces, pero me temo que incluso en ese caso los errores (debidos a la memorización o perícopa) serían más numerosos que los aciertos.
Otro punto que explica la dificultad para aislar diferencias en una prueba de audio entre sonidos casi idénticos (componentes de alta fidelidad) tiene que ver con las propiedades materiales del mensaje musical. Como es sabido, la vista es nuestro sentido más ejercitado. Ya hemos comprobado que tiene dificultades para localizar desemejanzas entre imágenes estáticas, a pesar de que las imágenes son, en efecto, estáticas, y solo se desarrollan en el espacio. Los sonidos, en cambio, se desarrollan en el tiempo. Esto añade una dificultad extra, pues no solo nuestra memoria auditiva (no así nuestro oído) es defectuosa, sino que se ve forzada a detectar pequeñas alteraciones de forma dinámica, en decir, en constante desarrollo. Si quisiéramos buscar un equivalente en el ámbito visual, sería como si pusieran ante nosotros dos imágenes como las que aparecen en la sección de entretenimiento de un periódico, pero en movimiento. Nadie duda de que la prueba, aún con el sentido de la vista y su superior capacidad de memorización, sería muchísimo más compleja que las que he aducido arriba. Pruebe, por ejemplo, con este vídeo, y trate de encontrar las 21 diferencias:
¿Sorprendido? ¿De verdad sigue pensando que es tan fácil, obvio, directo y evidente encontrar diferencias sutiles pero importantes en un pasaje sonoro, es decir, en un pasaje en movimiento?
Por otra parte, ¿en qué se fija una persona que quiere comparar dos cables, dos amplificadores o dos fuentes digitales? Normalmente, se fija en aspectos objetivos: el volumen, el timbre de los instrumentos, la presencia o ausencia de un sonido, la intensidad, la tonalidad, o incluso la velocidad de la reproducción. Pero no olvidemos que estamos evaluando, como se ha dicho arriba, dos componentes de alta fidelidad, es decir, dos elementos que presentan muy pocas desviaciones respecto a la señal original. ¿Alguien cree que un cable o un lector de CD va a aumentar el volumen del sonido? Imposible, puesto que para que esto no ocurra se han igualado previamente los niveles. ¿Alguien piensa que un instrumento desaparecerá por arte y obra de un cable? Ni a propósito lograríamos diseñar un cable capaz de esa proeza. ¿Puede un violín sonar como una viola por culpa de un DAC? Imposible, salvo que ese DAC sea defectuoso o emplee un ecualizador. ¿Alguien espera que una pista tenga una velocidad más o menos acelerada según el amplificador empleado? Tampoco parece lógico. Si en lo que nos fijamos es en el volumen, el timbre, la presencia o ausencia de algo, la intensidad o el tono, fracasaremos siempre. Entonces, ¿en qué demonios hay que fijarse?
Cuando un aficionado sostiene que un DAC o un cable le proporciona un sonido más cálido y fluido que otro, da la impresión de que esté hablando de sonidos objetivos, claramente perceptibles según su intensidad y tono. En realidad, no está hablando de lo que oye, sino de lo que escucha, es decir, de la sensación de escucha. Cuando un aficionado compara dos cables de audio y afirma que uno es más frío y analítico que el otro, no compara dos sonidos en momentos distintos (la memoria auditiva es volátil). Lo que compara son las sensaciones que experimentó mientras oía (u oye) ambos cables. Yo no puedo recordar exactamente el sonido objetivo de una música que oí ayer por la calle: no puedo reproducirla de forma vívida en mi cerebro, tal y como sonó, con total precisión. Lo que sí puedo hacer es recordar la sensación que me produjo esa música. No recordamos la exactitud de los sonidos, sino la exactitud de las sensaciones asociadas a ellos. Sé que sentí un escalofrío, o un momento de conmoción, o una total indiferencia, y que esa sensaciones están asociadas a otras, algunas de ellas vagamente sonoras. Yo no puedo recrear en mi boca el sabor exacto de un pastel que comí anteayer, es decir, no puedo volver a percibir ese sabor, pero sí puedo recordar con bastante precisión las sensaciones que experimenté al comerlo. No puedo memorizar el gusto, pero sí el regusto. Por ello, cuando pruebo un pastel distinto y mi memoria lo compara con aquel, sé que me gusta más o menos porque comparo las sensaciones actuales con las sensaciones pasadas, ya que no puedo experimentar el sabor pasado en ausencia.
Creo que cuando un aficionado sostiene que un cable tiene un perfil distinto de otro, en realidad nos está diciendo que las sensaciones en un caso y en el otro son distintas, ya que esas sí puede recordarlas bien, y en algunos casos revivirlas, aunque sea tenuemente. Su cerebro, en tal caso, fue capaz de percibir un mensaje complejo y traducirlo en una sensación concreta. Al cambiar el componente, el cerebro detectó una alteración en el sonido (por muy sutil que sea en términos cuantitativos, aunque importante en términos cualitativos) y la tradujo en una sensación distinta. ¿Cómo es posible, en tal caso, que el cerebro distinga elementos que conscientemente no podemos distinguir, o que el oído no puede diferenciar de forma clara y explícita?
Como he dicho alguna vez, no soy experto en psicoacústica, pero hay cosas que me llaman la atención. Suele decirse que el oído humano es especialmente pobre en comparación con otros animales. Esto, desde luego, es así si nos comparamos con los animales mejor dotados, como los perros, los gatos o los murciélagos. En cambio, si nos situamos en perspectiva, en relación con la mayoría de animales que nos rodean (muchos de los cuales ni siquiera tienen sentido del oído tal y como nosotros lo entendemos), veremos que tampoco quedamos en un lugar tan malo:
Por otra parte, no es lo mismo lo que oímos que lo que sentimos. Por ejemplo, sucede con las muy bajas frecuencias, que producen una vibración no audible en el cráneo que, aunque no sea audible, es perceptible: suele provocar vómitos en ciertas personas, y una sensación muy difícil de describir en otras. El caso de las altas frecuencias es polémico, aunque ahí están los extraños casos de jaquecas que quizás estén asociadas a instalaciones de repetidores o a otros artilugios no audibles. Es decir, que cabe la posibilidad (y la probabilidad) de que sean perceptibles, aunque no sean audibles.
Finalmente, el oído (y el cerebro) es más sensible a ciertos fenómenos que a otros, a pesar de su fama de torpe y limitado. Servirá como ejemplo el caso de la ubicación auditiva. Al escuchar un sonido, sabemos exactamente de dónde procede (derecha, izquierda, detrás, delante, con grados de precisión bastante elevados), justamente porque el oído humano (con la interpretación que de él hace el cerebro) es menos torpe de lo que pensamos:
Somos capaces de percibir no solo la intesidad o tipo de sonido (y de sentir otros que no oímos), sino que además podemos ubicarlos en la horizontal, la vertical y un plano de distancia. Podemos hacerlo por nuestra capacidad para discriminar el timbre, el espectro y el retardo temporal. Se considera que incluso un retardo temporal de 1 milésima de segundo entre el oído derecho y el izquierdo es suficiente para que podamos localizar un sonido en el espacio. Incluso en habitaciones cerradas, donde el oído recibe sonidos directos combinados con múltiples reflexiones, es capaz de distinguir con mucha precisión pequeños retardos temporales en relación con el sonido directo, y es capaz de anular o cancelar los ecos del sonido reflejado, con una precisión de 10 microsegundos de retardo. Un retardo que, por cierto, probablemente no sería identificado en prueba ciega si empleáramos una pista monoaural, aunque nuestro cerebro sepa que está ahí.
Nada de esto es nuevo, y en realidad es la base de la creación del sonido estereofónico, pero debería hacernos reflexionar acerca no solo de los límites (y las virtudes) del oído humano, sino de la capacidad del cerebro a la hora de interpretar el sonido. El ejemplo nos muestra, además, que es absurdo el argumento que sostiene que una diferencia de un 1% es insignificante. En otras palabras: que no merece la pena invertir en un buen componente (ni en un buen cable), porque la mejora obtenida es nimia. Hay que recordar que la diferencia entre un sonido frontal y uno lateral puede ser de una milésima de segundo, una cifra ridícula pero más que suficiente para salvarle la vida a un soldado cuando el enemigo aparece tras su espalda. Tampoco sobra decir que la diferencia genética entre un hombre y un orangután es de un 1%, a pesar de lo cual nadie negará que, aunque pequeño, ese 1% sí marca la diferencia.
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Hamlet escribió:¿EXISTEN DIFERENCIAS ENTRE CABLES? (II)* Enlaces activados en mi blog.
Se suele alegar que las pruebas ciegas se emplean en otros ámbitos de la ciencia o el comercio con total normalidad. Sin embargo, lo que no se dice es que su fiabilidad disminuye o aumenta según si hablamos de reacciones objetivas o de percepciones, que son por naturaleza subjetivas. El método ABX, en pruebas de audio, ha sido importado del ámbito médico y farmacéutico. Las diferencias son notables. Cuando se prueba un fármaco, se administra un único medicamento a cientos o miles de pacientes, no varios medicamentos a cada sujeto, con placebos a algunos de ellos. En ningún momento se les pregunta qué han experimentado al administrárselo, y mucho menos si han sido capaces de percibir si se trataba de un medicamento o un placebo. En realidad, se esquiva todo lo posible la percepción y la subjetividad del sujeto: se toman unas muestras de sangre u orina, se administra el fármaco y se vuelven a tomar muestras de lo mismo. Está claro que es un procedimiento distinto del que se emplea en audio (o en pruebas ciegas aplicadas a percepciones), y la mejor demostración es que el reparto de roles (división de pacientes en grupos A, B o C, figura del observador, etc.) no se puede transportar de un ámbito al otro.
En ámbitos donde intervienen las percepciones subjetivas, el método ha sido cuestionado numerosas veces. Es el caso del ámbito forense, que incluye entre otros las ruedas de reconocimiento de sospechosos. En ellas, no solo se trata de ver las similitudes entre el agresor y el participante en la rueda, sino de ver las diferencias entre varios sospechosos muy similares. Este tipo de pruebas, sin embargo, son más sencillas que las de audio, ya que existen más diferencias entre dos seres humanos que entre dos equipos de sonido. No olvidemos que estamos hablando de equipos de alta fidelidad, es decir, de componentes que por definición reproducen un sonido sin apenas desviaciones. Por ello, podríamos imaginar un experimento análogo: usted tiene tres hermanos gemelos, y uno de ellos está acusado de homicidio. Para que la comparación sea similar a la de varios equipos de audio (parecidos pero no idénticos), se cita a los hermanos para una prueba de reconocimiento, y se les exige que se vistan, afeiten y peinen igual. No sé si usted (crea o no crea en las pruebas ciegas de amplificadores, fuentes digitales o cables) estaría dispuesto a someterse a ese blind test, incluso si la agredida que ha de identificarlos fuera su propia madre, que debería conocerlos mejor que cualquier otro. Yo, desde luego, no lo haría.Se aduce, por otra parte, que muchas empresas sí emplean métodos similares a las pruebas ciegas en ámbitos relacionados con la percepción subjetiva antes de lanzar sus productos al mercado. Es un procedimiento totalmente lógico, ya que es bien sabido que los consumidores, en degustaciones sin método ciego, suelen dejarse arrastrar por la idea de marca. Sin embargo, esas pruebas ciegas son algo distintas de las que quieren imponerse en audio. En una cabina aislada y ante un teclado o una hoja de papel, el sujeto recibe del exterior varias muestras, que va degustando. En ningún momento se le pide que las identifique y que tenga una tasa de aciertos del 90% o superior. Sencillamente, se le pide que puntúe cada muestra y que anote sus impresiones. Esto es así porque, si se exigiera la identificación de cada producto, los resultados serían desconcertantes y caóticos, y el estudio, totalmente inútil. Desde luego, no porque todas las marcas sean iguales, sino porque quienes los elaboran saben que los test de percepciones tienen limitaciones evidentes. Se da por hecho que cada marca tiene sus propias características de sabor u olor, y por ello ni siquiera se cree necesario demostrarlo.
Cualquiera, en su casa, puede comprobarlo por sí mismo. Solo es necesario que escoja un producto que, por naturaleza, pueda presentar muy pocas variaciones (agua, leche, vino, bebidas refrescantes casi idénticas...) y pida a un familiar que le prepare, a temperatura ambiente, 10 muestras pequeñas numeradas. Lo más probable es que no sea capaz de distinguir las distintas marcas de agua o de leche, pero ello no lo conducirá a la absurda conclusión de que todas ellas son iguales o saben igual. Sencillamente, ha empleado un método que enmascara las diferencias reales entre marcas. Cuando consume un tipo de leche, agua o frutos secos sin comparación directa (usando un método que podemos llamar observacional), el sujeto sabe (recuerda) que su sabor o textura no son los mismos que los de otras marcas, y por ello los prefiere o cree preferirlos, y a menudo los rechaza cuando alguien de su familia le cambia la marca sin decírselo. En cambio, es incapaz de identificarlos correctamente en una prueba con 10 muestras. En audio, por cierto, se exige que el sujeto que ha acertado 9 de 10 intentos se someta a una segunda ronda de otros 10 intentos. Si, en esas condiciones, alguien espera aciertos de 20/20 o 28/30, está esperando un milagro, en audio, en tipos de agua, en marcas de leche y en cosechas de vino.
Las pruebas de este tipo se han realizado y se realizan con asiduidad, casi siempre para poder presentar resultados llamativos, dar pábulo a titulares escandalosos o iniciar guerras comerciales entre marcas o países productores. Se hace con olores de alimentos y marcas (café, tomate, chocolate), con aciertos equivalentes al azar entre un muestrario de 20.000 participantes. En una prueba reciente, esta fue la tasa de identificación del olor del tomate ketchup:
Y esta, la del olor del Cola-Cao:
Finalmente, los índices de identificación del tomate Heinz:
Los resultados completos pueden verse AQUÍ. También con el sabor de los brownies, con aciertos casi nulos (AQUÍ). Y entre bebibas de cola, con muestrario de 8 personas y resultados bastante claros (AQUÍ):
Los tests de identificación de aguas embotelladas vs. agua del grifo arrojan resultados igual de desconcertantes (AQUÍ).
Son muy conocidos (porque la prensa, siempre dada titulares llamativos, los recoge a menudo) los resultados de las catas a ciegas de vinos. Estas no se realizan entre amateurs con poca experiencia, sino entre someliers de reconocido prestigio. Estas pruebas, muchas veces conocidas como Juicio de Paris, Juicio de Princeton y otros nombres similares, son bastante distintas de las de audio. No se pide a los expertos que identifiquen el vino, sino que lo puntúen a partir de un modelo formalizado, que se traduce en una valoración que suele oscilar entre los 0 y los 100 puntos. Los resultados acostumbran a ser sorprendentes y generan fuertes controversias. En general, suele haber un empate entre la mayoría de vinos, es decir, que en teoría son indistinguibles en prueba ciega. Los debates generados por este tipo de pruebas son exactamente los mismos que los que se dan en audio (por ejemplo, AQUÍ). Incluso cuando, en prueba de sabor, sin necesidad de distinguir o identificar nada, a un somelier se le entrega el mismo vino dos veces en el mismo concurso, su puntuación suele oscilar de 10 a 15 puntos de un total de 100. En decir, que para el mismo experto, el vino que hace media hora merecía 90 puntos y era excelente, momentos después se valora con 75 u 80 y es solo bueno.
Algo similar se da en el ámbito de las catas ciegas de Champagne. En 2003, se organizó una prueba realmente difícil. Varios reputados expertos asistieron a la cita con el propósito de identificar, solo por su aroma y sabor, la marca, el productor y el año de 50 variedades de Champagne. El experto Richard Juhlin fue capaz de alcanzar 43 aciertos de 50, mientras que el segundo clasificado (ex campeón mundial) solo acertó 4 de 50. Dada la dificultad de la hazaña, Juhlin no asistió a las siguientes catas, pero años después volvió a someterse a la prueba y acertó 20 de 20. El segundo clasificado pudo identificar 3 de 20. El Sr. Juhlin se negó a participar en más concursos, porque era consciente de que su logro era difícil de repetir. La hazaña del Sr. Juhlin se considera, en medios especializados, un hecho "increíble", una "proeza", un acontecimiento histórico que provoca "shock" e "incredulidad" entre los presentes. Es decir, se considera que no es lo normal ni lo esperable. Lo normal y lo esperable son los resultados del resto de expertos: un 5% o 10% de aciertos, a lo sumo. Si esto fuera una prueba ciega de audio, la hazaña del Sr. Juhlin se habría disuelto en la estadística del grupo de catadores, y la conclusión hubiera sido que no existían diferencias. Además, al Sr. Juhlin se le hubiera exigido el principio de repetibilidad: si realmente puede identificar los champagnes, debería estar en condiciones de repetir la prueba tantas veces como se le pidiera, algo a lo que él mismo se ha negado siempre. El test, como ya se ha dicho, es más complicado del que se pide en pruebas de audio, ya que el somelier debe emplear su memoria a largo plazo y discriminar con mucha más precisión.
Han sido varias las personas que, dentro del ámbito del audio, han reaccionado contra las pruebas ciegas, que consideran un método injusto porque solo contribuye a desacreditar y ridiculizar el trabajo de cientos de ingenieros y la experiencia sostenida durante años por parte de miles de amantes del sonido. Robert Hartley, editor de The Absolute Sound, publicó un editorial en el núm. 183 de su revista titulado "Blind Listening Tests Are Flawed". Allí menciona un caso extremadamente desconcertante. A principios de los 90, la Radio pública de Suecia sometió a prueba ciega ante más de 20.000 oyentes tres tipos de códecs de compresión para sus emisiones. Tras dos años de estudio, se decantó por un códec, que consideraba óptimo incluso para su implantación en las emisoras de radio de toda Europa. Antes de adoptarlo como definitivo para sus emisiones, mandó una muestra a Bart Locanthi, ingeniero experto en audio digital, que a los pocos minutos, en escucha observacional (en escucha normal, vaya), detectó un artefacto o ligera distorsión en el entorno de los 1500Hz. Este artefacto había pasado inadvertido en prueba ciega durante dos años ante 20.000 sujetos, pero fue aislado en escucha observacional. El procedimiento está ampliamente documentado en un artículo de Grewin y Rydén publicado en la X Conferencia Internacional de la AES.
Por su parte, John Atkinson publicó un artículo (Stereophile, 1989) donde aducía una situación con la que a menudo se han identificado muchos aficionados. Se sometió a una prueba ciega para distinguir dos amplificadores que, en escucha ocasional, sonaban muy distintos, y sin embargo no pudo diferenciarlos mediante el método de comparación directa. Se trataba de un Quad 405 y un amplificador valvular TVA. Impresionado por los resultados, decidió prescindir del segundo y adquirir un Quad como el de la prueba. Sin embargo, andando el tiempo, durante las escuchas domésticas, notó que el sonido no era el mismo (aunque su razón le dijera que no podía no serlo), y terminó por recuperar su amplificador original. Fiarse de sus percepciones durante la prueba ciega fue, en palabras de Atkinson, "el mayor error de mi carrera". Desde luego, el ejemplo no es probatorio, y se podría alegar que en la última decisión mediaron cuestiones psicológicas, pero el hecho de que esta experiencia se dé una y otra vez debería hacernos reflexionar. (El artículo puede consultarse AQUÍ)
Se me dirá que ninguno de estos ejemplos tiene que ver con la percepción auditiva, aunque sí con las percepciones y la pertinencia de las pruebas de doble ciego en los ámbitos donde interviene la subjetividad. Bien, veamos un ejemplo que solo afecta al sentido del oído. Hace pocos años, en un hotel de Indianápolis, se reunió a seis violinistas profesionales a los que se les vendó los ojos y se les pidió que distinguieran dos Stradivarius, un Guarnieri y tres violines modernos. Un luthier de Michigan declaró: "nadie tenía ni idea de qué violín estaba sonando". La prueba se simplificó: solo se les pidió que dijeran cuáles eran los violines italianos antiguos y cuáles los modernos. ¿Resultado? Tres aciertos, siete errores y siete ocasiones en las que se admitió que no podían diferenciarse. Cerca del 66% dijo preferir los violines modernos. Esta prueba se ha repetido varias veces, siempre con los mismos resultados. (AQUÍ y AQUÍ). Experiencias similares indican que, empleando este método, los expertos tampoco son capaces de distinguir un piano Stenway de otros piano de calidad contrastada.
Si las pruebas de doble ciego (o simplemente ciegas) arrojan resultados caóticos cuando se aplican a tipos de agua, marcas de bebidas refrescantes, variedades de vino o champagne, tipos de violines, marcas de pianos, olores de productos similares y, desde luego, componentes de audio, bien podemos preguntarnos qué podría estar fallando en el método, y de paso plantear métodos distintos para medir las diferencias reales entre distintas percepciones. Desde luego, siempre cabe la opción de considerar que estamos sometidos a una conspiración mundial mediante la cual la industria, desde varios ámbitos, quiere hacernos creer que cada producto es único, aunque realmente todos los vinos, aguas, sodas, violines, pianos, marcas de un mismo producto alimentario y equipos de sonido son exactamente iguales, salvo por la etiqueta o el cuño de marca con que se presentan en tiendas y supermercados. Por supuesto, es comprensible que todos queramos resultados rápidos, inequívocos y directos en el momento de valorar la calidad de cualquier producto. La intuición nos dice que dos productos distintos deberían ser distinguibles si se colocan el uno junto al otro. ¿Cómo no iba a ser así, puesto que son distintos? Sin embargo, como estamos viendo, ese sistema rápido, directo e inequívoco que la intuición nos dicta como inapelable presenta numerosas grietas y, lo más importante, sus resultados no suelen coincidir con nuestra experiencia cotidiana. Entonces, si esto es así, ¿por qué dos productos similares pero distintos no pueden distinguirse con facilidad en comparación directa? ¿No será la prueba ciega un trompe d'oeil que, en lugar de clarificar las diferencias, las oculta, como un espejismo?
Se han dado varias explicaciones, todas ellas relacionadas con el proceso de la percepción humana, aunque, sinceramente, ninguna de ellas, considerada de forma aislada, termina de convencerme. En el caso del audio, se ha alegado alguna vez, por ejemplo, que el oído necesita un periodo de adaptación ante un cambio de sonido, similar a la adaptación que necesita el ojo cuando se traslada de un ambiente muy iluminado a un ambiente muy oscuro. Se ha dicho también que ese periodo de adaptación es más largo para el oído que para el ojo, como sugiere, por ejemplo, el pitido agudo que permanece en el oído a la mañana siguiente de un concierto, pasadas varias horas. Ante un cambio sutil (dos componentes de audio), ese periodo de adaptación impide detectar diferencias en comparación directa. Ignoro si este argumento es válido, pero bien merece una consideración.
Por mi parte, ya he alegado arriba otro motivo plausible: nuestro cerebro caza las similitudes al vuelo, porque parece haber sido diseñado para ello; en cambio, necesita esforzarse para hallar diferencias (a veces, muy significativas), puesto que no parece estar preparado para esta tarea. Las viñetas de los periódicos en las que hay que aislar varias diferencias visuales serían un ejemplo de ello.
Otro motivo que suele alegarse para explicar los fallos en las pruebas ciegas tiene algo de irónico. Quienes las organizan, repiten una y otra vez que las comparaciones a distancia se basan en la memoria auditiva, que es extremadamente voluble, y por este motivo uno no puede fiarse de ella. Sin embargo, cuando se organiza una prueba en la que hay que identificar dos componentes (no indicar si ha habido un cambio en el sonido), lo que se exige es precisamente un acto de memoria. Pongamos un ejemplo muy sencillo. Cuando una persona copia un texto, transladándolo por ejemplo de una hoja de papel a la pantalla del ordenador, sigue inconscientemente varios pasos: 1) lee unas palabras del texto original, 2) retiene y repite en la memoria esas palabras, es decir, ejecuta lo que técnicamente se llama perícopa o dictado interior, 3) se dicta a sí mismo la perícopa mientras la copia en otro soporte. Aunque el pasaje memorizado es puramente verbal y bastante breve, los errores y olvidos son muy frecuentes. Si no nos damos cuenta de ello, habrá un fallo en la copia; si nos damos cuenta, volveremos a leer el texto original para retenerlo de nuevo en la memoria. En este proceso, sencillísimo, empleamos una porción minúscula de nuestra memoria, una porción digamos volátil, que es extremadamente poco fiable. Por eso, siempre se ha recomendado revisar todo el texto una vez se ha copiado. Quien ha realizado alguna vez un dictado escolar, sabe que los errores, lapsus y repeticiones son lo más habitual.
Cuando se evalúan dos componentes de audio, la operación es similar. El sujeto trata de retener en la memoria un pasaje o detalle sonoro muy breve (perícopa) que de algún modo se intenta repetir a sí mismo, y a los pocos segundos intenta compararlo con otro pasaje en apariencia idéntico. Es decir, no compara directamente dos pasajes sonoros, sino un pasaje memorizado (perícopa) y un pasaje acústico. Compara su memoria con la realidad. Se me dirá que la memoria empleada es tan pequeña que apenas caben errores, pero también lo es durante la copia de un texto o un dictado, y los errores suelen ser numerosos, a pesar de tratarse de palabras que hemos memorizado y asimilado desde que tenemos conocimiento del idioma y las cargamos de significados. No sé qué sucedería si alguien se sometiera a un dictado de un idioma que no conoce, con sonidos familiares pero extraños a su lengua, es decir, no asimilados como propios. Podría pedir a la persona que dicta que, por favor, leyera con extrema lentitud, repitiendo varias veces, pero me temo que incluso en ese caso los errores (debidos a la memorización o perícopa) serían más numerosos que los aciertos.
Otro punto que explica la dificultad para aislar diferencias en una prueba de audio entre sonidos casi idénticos (componentes de alta fidelidad) tiene que ver con las propiedades materiales del mensaje musical. Como es sabido, la vista es nuestro sentido más ejercitado. Ya hemos comprobado que tiene dificultades para localizar desemejanzas entre imágenes estáticas, a pesar de que las imágenes son, en efecto, estáticas, y solo se desarrollan en el espacio. Los sonidos, en cambio, se desarrollan en el tiempo. Esto añade una dificultad extra, pues no solo nuestra memoria auditiva (no así nuestro oído) es defectuosa, sino que se ve forzada a detectar pequeñas alteraciones de forma dinámica, en decir, en constante desarrollo. Si quisiéramos buscar un equivalente en el ámbito visual, sería como si pusieran ante nosotros dos imágenes como las que aparecen en la sección de entretenimiento de un periódico, pero en movimiento. Nadie duda de que la prueba, aún con el sentido de la vista y su superior capacidad de memorización, sería muchísimo más compleja que las que he aducido arriba. Pruebe, por ejemplo, con este vídeo, y trate de encontrar las 21 diferencias:
¿Sorprendido? ¿De verdad sigue pensando que es tan fácil, obvio, directo y evidente encontrar diferencias sutiles pero importantes en un pasaje sonoro, es decir, en un pasaje en movimiento?
Por otra parte, ¿en qué se fija una persona que quiere comparar dos cables, dos amplificadores o dos fuentes digitales? Normalmente, se fija en aspectos objetivos: el volumen, el timbre de los instrumentos, la presencia o ausencia de un sonido, la intensidad, la tonalidad, o incluso la velocidad de la reproducción. Pero no olvidemos que estamos evaluando, como se ha dicho arriba, dos componentes de alta fidelidad, es decir, dos elementos que presentan muy pocas desviaciones respecto a la señal original. ¿Alguien cree que un cable o un lector de CD va a aumentar el volumen del sonido? Imposible, puesto que para que esto no ocurra se han igualado previamente los niveles. ¿Alguien piensa que un instrumento desaparecerá por arte y obra de un cable? Ni a propósito lograríamos diseñar un cable capaz de esa proeza. ¿Puede un violín sonar como una viola por culpa de un DAC? Imposible, salvo que ese DAC sea defectuoso o emplee un ecualizador. ¿Alguien espera que una pista tenga una velocidad más o menos acelerada según el amplificador empleado? Tampoco parece lógico. Si en lo que nos fijamos es en el volumen, el timbre, la presencia o ausencia de algo, la intensidad o el tono, fracasaremos siempre. Entonces, ¿en qué demonios hay que fijarse?
Cuando un aficionado sostiene que un DAC o un cable le proporciona un sonido más cálido y fluido que otro, da la impresión de que esté hablando de sonidos objetivos, claramente perceptibles según su intensidad y tono. En realidad, no está hablando de lo que oye, sino de lo que escucha, es decir, de la sensación de escucha. Cuando un aficionado compara dos cables de audio y afirma que uno es más frío y analítico que el otro, no compara dos sonidos en momentos distintos (la memoria auditiva es volátil). Lo que compara son las sensaciones que experimentó mientras oía (u oye) ambos cables. Yo no puedo recordar exactamente el sonido objetivo de una música que oí ayer por la calle: no puedo reproducirla de forma vívida en mi cerebro, tal y como sonó, con total precisión. Lo que sí puedo hacer es recordar la sensación que me produjo esa música. No recordamos la exactitud de los sonidos, sino la exactitud de las sensaciones asociadas a ellos. Sé que sentí un escalofrío, o un momento de conmoción, o una total indiferencia, y que esa sensaciones están asociadas a otras, algunas de ellas vagamente sonoras. Yo no puedo recrear en mi boca el sabor exacto de un pastel que comí anteayer, es decir, no puedo volver a percibir ese sabor, pero sí puedo recordar con bastante precisión las sensaciones que experimenté al comerlo. No puedo memorizar el gusto, pero sí el regusto. Por ello, cuando pruebo un pastel distinto y mi memoria lo compara con aquel, sé que me gusta más o menos porque comparo las sensaciones actuales con las sensaciones pasadas, ya que no puedo experimentar el sabor pasado en ausencia.
Creo que cuando un aficionado sostiene que un cable tiene un perfil distinto de otro, en realidad nos está diciendo que las sensaciones en un caso y en el otro son distintas, ya que esas sí puede recordarlas bien, y en algunos casos revivirlas, aunque sea tenuemente. Su cerebro, en tal caso, fue capaz de percibir un mensaje complejo y traducirlo en una sensación concreta. Al cambiar el componente, el cerebro detectó una alteración en el sonido (por muy sutil que sea en términos cuantitativos, aunque importante en términos cualitativos) y la tradujo en una sensación distinta. ¿Cómo es posible, en tal caso, que el cerebro distinga elementos que conscientemente no podemos distinguir, o que el oído no puede diferenciar de forma clara y explícita?
Como he dicho alguna vez, no soy experto en psicoacústica, pero hay cosas que me llaman la atención. Suele decirse que el oído humano es especialmente pobre en comparación con otros animales. Esto, desde luego, es así si nos comparamos con los animales mejor dotados, como los perros, los gatos o los murciélagos. En cambio, si nos situamos en perspectiva, en relación con la mayoría de animales que nos rodean (muchos de los cuales ni siquiera tienen sentido del oído tal y como nosotros lo entendemos), veremos que tampoco quedamos en un lugar tan malo:
Por otra parte, no es lo mismo lo que oímos que lo que sentimos. Por ejemplo, sucede con las muy bajas frecuencias, que producen una vibración no audible en el cráneo que, aunque no sea audible, es perceptible: suele provocar vómitos en ciertas personas, y una sensación muy difícil de describir en otras. El caso de las altas frecuencias es polémico, aunque ahí están los extraños casos de jaquecas que quizás estén asociadas a instalaciones de repetidores o a otros artilugios no audibles. Es decir, que cabe la posibilidad (y la probabilidad) de que sean perceptibles, aunque no sean audibles.
Finalmente, el oído (y el cerebro) es más sensible a ciertos fenómenos que a otros, a pesar de su fama de torpe y limitado. Servirá como ejemplo el caso de la ubicación auditiva. Al escuchar un sonido, sabemos exactamente de dónde procede (derecha, izquierda, detrás, delante, con grados de precisión bastante elevados), justamente porque el oído humano (con la interpretación que de él hace el cerebro) es menos torpe de lo que pensamos:
Somos capaces de percibir no solo la intesidad o tipo de sonido (y de sentir otros que no oímos), sino que además podemos ubicarlos en la horizontal, la vertical y un plano de distancia. Podemos hacerlo por nuestra capacidad para discriminar el timbre, el espectro y el retardo temporal. Se considera que incluso un retardo temporal de 1 milésima de segundo entre el oído derecho y el izquierdo es suficiente para que podamos localizar un sonido en el espacio. Incluso en habitaciones cerradas, donde el oído recibe sonidos directos combinados con múltiples reflexiones, es capaz de distinguir con mucha precisión pequeños retardos temporales en relación con el sonido directo, y es capaz de anular o cancelar los ecos del sonido reflejado, con una precisión de 10 microsegundos de retardo. Un retardo que, por cierto, probablemente no sería identificado en prueba ciega si empleáramos una pista monoaural, aunque nuestro cerebro sepa que está ahí.
Nada de esto es nuevo, y en realidad es la base de la creación del sonido estereofónico, pero debería hacernos reflexionar acerca no solo de los límites (y las virtudes) del oído humano, sino de la capacidad del cerebro a la hora de interpretar el sonido. El ejemplo nos muestra, además, que es absurdo el argumento que sostiene que una diferencia de un 1% es insignificante. En otras palabras: que no merece la pena invertir en un buen componente (ni en un buen cable), porque la mejora obtenida es nimia. Hay que recordar que la diferencia entre un sonido frontal y uno lateral puede ser de una milésima de segundo, una cifra ridícula pero más que suficiente para salvarle la vida a un soldado cuando el enemigo aparece tras su espalda. Tampoco sobra decir que la diferencia genética entre un hombre y un orangután es de un 1%, a pesar de lo cual nadie negará que, aunque pequeño, ese 1% sí marca la diferencia.
¡Excelente! Comme d´habitude...
Ronda de aplausos, y un saludo
orejones- Cantidad de envíos : 4687
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Muy buenas, Hamlet.
Se me ocurre, sobre la marcha, un matiz en la explicación de la debilidad de la memoria auditiva. Partiendo de la idea de que al comparar dos fragmentos musicales en realidad estamos comparando una impronta memorizada (que ya no es sonido real sino una interpretación del cerebro) con el nuevo fragmento que es sonido real al instante, pues podría ocurrir que es la propia audición del nuevo fragmento la que borra de la memoria cualquier impronta anterior. Es decir, cada escucha supone un reseteo del cerebro, lo que hace que haya que hacer un esfuerzo titánico por traer la experiencia anterior a la memoria. Y eso explicaría que lo normal es dudar y requerir el contraste permanente con el segundo sonido en comparación. Pero al escuchar el primero nuevamente, se volvería a producir el borrado de la imagen anterior, y así sucesivamente. Por eso acabamos desorientados y borrachos en las pruebas de escucha, tanto si son ciegas como con los ojos abiertos.
Se me ocurre, sobre la marcha, un matiz en la explicación de la debilidad de la memoria auditiva. Partiendo de la idea de que al comparar dos fragmentos musicales en realidad estamos comparando una impronta memorizada (que ya no es sonido real sino una interpretación del cerebro) con el nuevo fragmento que es sonido real al instante, pues podría ocurrir que es la propia audición del nuevo fragmento la que borra de la memoria cualquier impronta anterior. Es decir, cada escucha supone un reseteo del cerebro, lo que hace que haya que hacer un esfuerzo titánico por traer la experiencia anterior a la memoria. Y eso explicaría que lo normal es dudar y requerir el contraste permanente con el segundo sonido en comparación. Pero al escuchar el primero nuevamente, se volvería a producir el borrado de la imagen anterior, y así sucesivamente. Por eso acabamos desorientados y borrachos en las pruebas de escucha, tanto si son ciegas como con los ojos abiertos.
Jeremias johnson- Cantidad de envíos : 2609
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Jeremias johnson escribió:Muy buenas, Hamlet.
Se me ocurre, sobre la marcha, un matiz en la explicación de la debilidad de la memoria auditiva. Partiendo de la idea de que al comparar dos fragmentos musicales en realidad estamos comparando una impronta memorizada (que ya no es sonido real sino una interpretación del cerebro) con el nuevo fragmento que es sonido real al instante, pues podría ocurrir que es la propia audición del nuevo fragmento la que borra de la memoria cualquier impronta anterior. Es decir, cada escucha supone un reseteo del cerebro, lo que hace que haya que hacer un esfuerzo titánico por traer la experiencia anterior a la memoria. Y eso explicaría que lo normal es dudar y requerir el contraste permanente con el segundo sonido en comparación. Pero al escuchar el primero nuevamente, se volvería a producir el borrado de la imagen anterior, y así sucesivamente. Por eso acabamos desorientados y borrachos en las pruebas de escucha, tanto si son ciegas como con los ojos abiertos.
Creo que es muy agudo y que seguramente tienes más razón que un santo. Es como al copiar en un papel: cuando memorizamos y vamos al papel donde está la copia, y se nos ocurre leer las últimas palabras copiadas para situarnos, se nos suele ir el santo al cielo y olvidamos lo que teníamos que copiar. Un error típico. Lo incorporaré, si te parece bien.
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Jeremias johnson escribió:Muy buenas, Hamlet.
Se me ocurre, sobre la marcha, un matiz en la explicación de la debilidad de la memoria auditiva. Partiendo de la idea de que al comparar dos fragmentos musicales en realidad estamos comparando una impronta memorizada (que ya no es sonido real sino una interpretación del cerebro) con el nuevo fragmento que es sonido real al instante, pues podría ocurrir que es la propia audición del nuevo fragmento la que borra de la memoria cualquier impronta anterior. Es decir, cada escucha supone un reseteo del cerebro, lo que hace que haya que hacer un esfuerzo titánico por traer la experiencia anterior a la memoria. Y eso explicaría que lo normal es dudar y requerir el contraste permanente con el segundo sonido en comparación. Pero al escuchar el primero nuevamente, se volvería a producir el borrado de la imagen anterior, y así sucesivamente. Por eso acabamos desorientados y borrachos en las pruebas de escucha, tanto si son ciegas como con los ojos abiertos.
Per es que hay un pequeño problema: para el cerebro no hay diferencia alguna entre lo evocado y lo "real", ya que en el fondo todo reduce a una serie de patrones de activación neuronal (en nuestro caso, el cerebro no oye directamente, sino que los impulsos procedentes del nervio coclear producen, en la porción auditiva del cortex temporal, la activación de una serie de grupos neuronales: y eso es lo que interpretamos como "sonido percibido").
El fenómeno al que te refieres es parcialmente cierto, especialmente cuando el recuerdo evocado tiene un alto contenido emocional, ya que entonces intervienen varios centros, especialmente la amígdala, y la proporción de participación de cada uno de ellos en la formación del recuerdo evocado varía con la repetición (por eso es recomendable abstenerse de trastear con los sueños, y a priori limitarse a anotarlos, bien que sea sucintamente, en una libreta, nada más despertar, y dejar lo de interpretarlos -con su consiguiente "manoseo" - para el momento adecuado, absteniéndose de fantasear sobre ellos en el ínterin). Pero en cuanto a lo de percibir diferencias entre cómo suenan distintos aparatos, creo que el tocho de Hamlet (dicho sea ello con el mayor de los respetos: es una pieza muy bien construida y llena de sentido -incluso sentido común...-) arroja una luz de lo más esclarecedora sobre las dificultades de la empresa: especialmente la parte donde comenta cómo el cerebro es más dado a hallar similitudes que diferencias (aunque no lo menciona, es cosa de las ventajas evolutivas, y todo eso...).
Un saludo
orejones- Cantidad de envíos : 4687
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Hamlet escribió:¿Cuántas diferencias habéis encontrado entre los egipcios?
Creo que nueve, quizá diez (aunque algunas podrían ser artefactos del monitor...)
Pupila del ojo izquierdo; pupila del pajarraco ( y lo que parece la base de su cola); punta de la nariz; puente de la nariz; brillo bajo el labio inferior; pieza rectangular alargada en la barbilla; pliegue de la tela bajo la oreja derecha; una de las tres rayas azules de la parte superior derecha ( la más externa) es de diferente longitud...
¿Hay premio?
Un saludo
Quiero decir del lado derecho de la figura; nuestra izquierda... (editado para aclarar esto)
orejones- Cantidad de envíos : 4687
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Hamlet escribió:¿EXISTEN DIFERENCIAS ENTRE CABLES? (II)
Pues entonces estamos j*didos, Hamlet, perdidos en el mundo de las sensaciones. ¿Cómo vas a estar seguro de que "el cuerpo que se te queda" (la sensación / impresión) tras un periodo de tiempo de prueba con un producto se debe realmente a sus características objetivas o a millones de otras cosas que pasan en tu cuerpo y en tu vida en esos momentos? ¿De qué modo puedes desacoplar los efectos de ambas cosas? Este planteamiento solo nos lleva de vuelta a la Caverna .
Orejones, llama de nuevo a Neo porque de Matrix no salimos ni a tiros .
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
pablopi escribió:Hamlet escribió:¿EXISTEN DIFERENCIAS ENTRE CABLES? (II)
Pues entonces estamos j*didos, Hamlet, perdidos en el mundo de las sensaciones. ¿Cómo vas a estar seguro de que "el cuerpo que se te queda" (la sensación / impresión) tras un periodo de tiempo de prueba con un producto se debe realmente a sus características objetivas o a millones de otras cosas que pasan en tu cuerpo y en tu vida en esos momentos? ¿De qué modo puedes desacoplar los efectos de ambas cosas? Este planteamiento solo nos lleva de vuelta a la Caverna .
Orejones, llama de nuevo a Neo porque de Matrix no salimos ni a tiros .
También a mí me gustaría pensar que existen caminos sencillos, rápidos y directos, pero a veces no hay atajos. En ese caso:
http://en.wikipedia.org/wiki/Intersubjectivity
Y una propuesta:
https://www.audioplanet.biz/t43198-test-observacional-de-cables
Sabe mal usar una cita tan gastada, pero: "Si buscas resultados distintos, ...".
Saludos,
Paco
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Por cierto que no te he felicitado por el post, Paco, una exposición muy interesante.
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
pablopi escribió:Por cierto que no te he felicitado por el post, Paco, una exposición muy interesante.
Muchas gracias, Pablo.
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Bicableado
Hasta ahora, cada vez que me proponían confeccionar un cable de altavoz para bicablear (no biamplificar), rechazaba el ofrecimiento, ya que no daba con un diseño que pudiera mejorar realmente el sonido, al margen de que personalmente pueda o no creer en los beneficios del bicableado.Últimamente, un compañero ha insistido tanto (por suerte) que he pensado en un diseño que sí me parece apropiado para atacar, desde un único amplificador, los bornes de altas y bajas frecuencias por separado.
Bicablear no aumenta la potencia que recibe el altavoz, ya que solo se emplea un amplificador. Incluso cuando se utilizan las salidas A + B de los amplificadores que disponen de ellas, seguimos empleando un solo amplificador, donde a menudo esas salidas suelen estar conectadas en serie. En todo caso, al emplear cables separados para cada bornes, empleamos más cable, es decir más sección, y reducimos la resistencia. Tendría el mismo efecto usar un solo cable más grueso.
El único beneficio lógico de bicablear es que cada borne del altavoz exige impedancias distintas a cada cable, según la frecuencia de corte del filtro. Los bornes de medios-graves presentan alta impedancia para altas frecuencias, y baja impedancia para frecuencias bajas. Los bornes de agudos, baja impedancia para altas, y alta para bajas. Al usar dos cables independientes desde el amplificador, el corte o separación se producen no en el altavoz sino al inicio del cable. Según algunos diseñadores y fabricantes, al separar las altas frecuencias de las demás, aquellas ya no comparten conductor con estas y se transmiten en hilos independientes. De este modo, los campos magnéticos generados por las bajas frecuencias (más potentes) no afectan a los agudos (más débiles y susceptibles de degradación).
En fin. Un cable diseñado para bicablear solo tiene sentido si se separan físicamente los hilos de graves-medios por un lado y los de agudos por el otro. Existen dos opciones posibles:
a) 4 cables independientes, que se bifurcan nada más salir del amplificador. Cada cable conduce un único polo (positivo o negativo). Tras la bifurcación, medios-graves y agudos se separan físicamente.
b) 2 cables independientes, que se bifurcan tres veces: en el lado del amplificador, positivo y negativo; en el lado del altavoz, medios-graves y agudos, que se separan desde el principio; cerca del altavoz, medios-graves se bifurcan en positivo y negativo, y lo mismo con el cable de agudos.
El primero diseño es más sencillo de montar, pero tiene un inconveniente: como cada cable transporta solo un polo (positivo o negativo), es difícil crear una jaula de Faraday que actúe de blindaje o rechazo de ruido, ya que no hay campos opuestos que se repelan mutuamente. Por ello, es preferible el segundo diseño, porque cada franja de frecuencias está físicamente separada de la otra desde el inicio del recorrido, y porque cada cable, incluso bifurcado, contiene dos polos, que tanto en geometría StarQuad como doble balanceado crean una jaula de Faraday que, al menos con mis cables, ya le ha resuelto algún problema de ruidos parásitos a algún compañero.
En esta imagen, las espadas del lado amplificador: el negro lleva el negativo de medios-graves-agudos; el rojo, el positivo de lo mismo. Tras el nudo (a 20 cm de las espadas), se bifurcan en dos tramos cruzados: el primer tramo transporta positivo y negativo de medios-graves, y el segundo, positivo y negativo de agudos, en trenzado doble balanceado.
En la siguiente imagen, las bananas del lado de los altavoces. El cable de agudos se bifurca en negativo y positivo, y lo mismo pasa con el cable de medios-graves. Es importante que los cables estén separados entre 5 y 10 cm al menos el uno del otro, ya que la influencia de un campo magnético se reduce al cuadrado de la distancia.
Como he dicho, el único beneficio de bicablear radica en la separación, desde el amplificador, de las frecuencias que dicte el filtro del altavoz, para que los campos magnéticos de los graves no afecten a los agudos. Por ello, los cables para bicableado en los que todos los hilos comparten el mismo espacio y solo se separan a pocos cm del altavoz no tienen mucho sentido. Esta es la única solución que me ha parecido sensata, aunque insisto en que no soy un creyente acérrimo de los beneficios del bicableado.
Saludos,
Paco
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Buenas noches Paco, me vas a permitir que haga una puntualizacion (completamente subjetiva), lo que dices es cierto pero realmente la mejora de bicablear (a mi entender) no es tanto en esa separación (que valoremos que estamos dejando la mitad de sección para cada uno, en lugar de darle una sección generosa y luego hacer un puente corto), sino en el cambio del cable, es decir en poder meter plata para darle trasparencia al agudo (hablo de plata pura y no baño en plata) y cobre para los medios o medios graves que por norma le mejoran la extensión en las frecuencias mas bajas.
Es decir que para mi la principal ventaja es usar materiales distintos para un rango de frecuencias (lo otro francamente dudo que alguien lo note, que en caso de notarlo sera por los puentes, por loque solo tienes que hacerle unos puentes del mismo tipo que el de altavoz y ahí si que si na de na).
Por cierto ¿me haces unos puentes con 8 hilos entrelazados de plata para cada polo?
Es decir que para mi la principal ventaja es usar materiales distintos para un rango de frecuencias (lo otro francamente dudo que alguien lo note, que en caso de notarlo sera por los puentes, por loque solo tienes que hacerle unos puentes del mismo tipo que el de altavoz y ahí si que si na de na).
Por cierto ¿me haces unos puentes con 8 hilos entrelazados de plata para cada polo?
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Hola Viper,Viper gtr-10 escribió:Buenas noches Paco, me vas a permitir que haga una puntualizacion (completamente subjetiva), lo que dices es cierto pero realmente la mejora de bicablear (a mi entender) no es tanto en esa separación (que valoremos que estamos dejando la mitad de sección para cada uno, en lugar de darle una sección generosa y luego hacer un puente corto), sino en el cambio del cable, es decir en poder meter plata para darle trasparencia al agudo (hablo de plata pura y no baño en plata) y cobre para los medios o medios graves que por norma le mejoran la extensión en las frecuencias mas bajas.
Es decir que para mi la principal ventaja es usar materiales distintos para un rango de frecuencias (lo otro francamente dudo que alguien lo note, que en caso de notarlo sera por los puentes, por loque solo tienes que hacerle unos puentes del mismo tipo que el de altavoz y ahí si que si na de na).
Por cierto ¿me haces unos puentes con 8 hilos entrelazados de plata para cada polo?
Desde luego, al margen de lo que digo (bueno, lo que dicen algunos diseñadores y que parece tener más sentido, me limito a leer), está claro que luego puedes jugar con los materiales del conductor, los calibres, tipos de aislantes, etc. El cable de la foto no podía irse mucho de presupuesto, así que se usa teflón como aislante y cobre OFC como conductor, que de por sí ya son mejores que los polímeros que suelen usar muchos fabricantes. Creo que todo eso tiene importancia (estructura cristalina y autoinductancia de cada metal, constante dieléctrica y absorción dieléctrica de cada aislante, etc.), pero personalmente le doy un poco (solo un poco) más de importancia a la geometría y a las distancias, que en definitiva es lo único los grandes fabricantes (Belden, Mogami, Gotham...) dan como un hecho cierto.
Lo otro lo hablamos por e-mail.
Un saludo,
Paco
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Pues yo soy otro incondicional del UBYTE-2: un curioso cross-coaxial, para transformadores acústicos.JuanLuMN escribió:Hola de nuevo, Paco y demás foreros.Hamlet escribió:Hola Juan,JuanLuMN escribió:Hamlet: mi enhorabuena y mi admiración. Ese espíritu es el que me gusta del audio DIY. Yo me hice estos y funcionaron muy bien con dos sistemas muy distintos: unas Sonus Faber Concertino Classic con un AMC válvulas clase A, y unos Hedlund horn con Lowther DX4 y etapas mosfet. Siendo dos sistemas tan dstintos demostró ser un cable increíble. También vendí mis cables comerciales
http://www.tnt-audio.com/clinica/ubyte2e.html
Saludos
El diseño es muy original:
Por lo que explica, sirve para obtener una inductancia bajísima (y una capacitancia muy alta), traspasando la señal positiva al blindaje negativo, y del blindaje a un cable flexible, y a la inversa.
Cuando puedas, cuelga alguna foto, a ver cómo te ha quedado.
Saludos
Paco
Esta semana fuí de compras para hacerme otro cable U-byte (no tengo ahora mucho dinero para plata y demás exquisiteces, y bien mal que me sabe porque me muero por probar los diseños de Paco). Resulta que a mi cuñado le gusta el que le dejé hace dos meses y no me lo quiere devolver, no me extraña. Y resulta también que no encuentro el material porque el cable que he encontrado en varios establecimientos ha resultado ser de mucha peor calidad que el que yo conocía. El talón de Aquiles es la camisa de cobre que está por debajo de la malla. En todos es de mucha peor calidad y muchísimo más fina que en el que yo usaba. Además tiene una sección longitudinal que hace que al manejar el cable si no se tiene mucho cuidado se pele del todo. En resumen: una verdadera mierda.
El caso es que con la mosca detrás de la oreja al no encontrar el cable con la calidad deseada me conceto buscando información y veo esto:
http://www.audioasylum.com/audio/cables/messages/15/155532.html
o sea que veo que no solo aquí no se encuentra cable adecuado para este proyecto. Desde luego con cable de la calidad que yo he conseguido ahora desaconsejo totalmente la construcción del U-Byte... por mi parte tendré que atracar a mi cuñado.
El mio está realizado con vulgo cable para satélite adquirido en la tienda de "al lado".Constituido este de núcleo macizo de cobre y aislante esponjoso ( polietileno+ burbujas de aire) de precio muy comedido con una gran calidad en los materiales.El apantallado y trenzado, es también en lámina de cobre, nada de aluminio.Lo pero la funda es de simple PVC (creo), eso podría mejorar.Ambos cables andan paralelos ¿capacidad?) conjuntados por un extensible externo de PVC Suena realmente muy bien, con una rapidez e imagen increible, curioso para la gran seccion que usa (soy de la escuela de el cable de más baja seccion, mejor) además, es un cable muy fácil de realizar incluso por los menos avezados en estas cuestiones de bricolaje.Yo estoy muy satisfecho con él.
También me ha funcionado otro cable.Es ideal para los que no quieran trabajar en estas cosas y gastar poco dinero.Es curioso lo bien que trabaja el simple y antidiluviano cable paralelo Rx de TV de 300 Ohm de toda la vida. No puede ir mejor para ser "straned" y usando sencillo polietileno como aislante. http://www.ebay.es/itm/281055854521?ssPageName=STRK:MEWNX:IT&_trksid=p3984.m1497.l2649
El 300 Ohm, funciona sin exquisiteces, pero con mucha dignidad.Me gustan mucho y de hecho son mis cables para cablear el interior de mis TL, TQWT o Horns. Cortar y a sonar.Parece que dos simples cables paralelos a unos 7 mm de distancia entre ellos, tienden a mantener un buen compromiso entre la Capacitancia y la Inductancia.Como "plus" la vesión que uso, tiene "ladders" (unas ventanas) de aire que mejoran eso de la absorción dieléctrica... digo yo.Pero seguro que Paco nos puede explicar mucho mejor cosas de estas.
Por cierto, como similitud con Juan (de lejos, claro) empleo un SE con Triodos 6C4C (similar a 2A3, pero a 6,3v fil.) y TQWT movidos por el venerable driver fullrange Fostex 164.
Ondia.... !!!! Unos preciosos Jan Hedlund !!!!! quien los pillara y además alimentados con unos Lowther o AER!!!! UFFFFF!!!!
Como te envidio.
Juan, te odio,.............. pero poco, ja, ja, ja
Saludos
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Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Disculpa la corrección, pero las salidas de una etapa (A+B), no están puestas en serie, están en paralelo.Hamlet escribió:
Bicablear no aumenta la potencia que recibe el altavoz, ya que solo se emplea un amplificador. Incluso cuando se utilizan las salidas A + B de los amplificadores que disponen de ellas, seguimos empleando un solo amplificador, donde a menudo esas salidas suelen estar conectadas en serie. En todo caso, al emplear cables separados para cada bornes, empleamos más cable, es decir más sección, y reducimos la resistencia. Tendría el mismo efecto usar un solo cable más grueso.
Paco
Saludos
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
Bien visto, las salidas en serie son minoría, y en desuso. Gracias por la corrección.altafidelidad escribió:Disculpa la corrección, pero las salidas de una etapa (A+B), no están puestas en serie, están en paralelo.Hamlet escribió:
Bicablear no aumenta la potencia que recibe el altavoz, ya que solo se emplea un amplificador. Incluso cuando se utilizan las salidas A + B de los amplificadores que disponen de ellas, seguimos empleando un solo amplificador, donde a menudo esas salidas suelen estar conectadas en serie. En todo caso, al emplear cables separados para cada bornes, empleamos más cable, es decir más sección, y reducimos la resistencia. Tendría el mismo efecto usar un solo cable más grueso.
Paco
Saludos
Saludos
Re: CONSEJOS PARA HACER CABLES
No hay de que...
Más que nada por si alguien se le ocurre "hacer inventos" con unas salidas serie...
un servidor no las ha visto nunca....
Un saludo..
Ps: Me gustan mucho tus cables...
Un servidor también hace de las suyas con cables:
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