Muti en el Real. O I due Figaro en el Real.

Me da un poco de vergüenza, nuevamente la vergüenza, ver como se dan bravos y bravos a una persona, a un director en este caso, antes de que haga nada, antes incluso de que coja la batuta. Me recuerda a esas imágenes de los políticos vitoreados hagan lo que hagan, a esas personas que salen tras ellos en sus ruedas de prensa y asisten cerrilmente con la cabeza, a esos hinchas que chillan a la bajada de los futbolistas de sus autobuses. Muti, persona seria, no lo necesita. Un buen aplauso de reconocimiento por su carrera… era más que suficiente.

El estreno de I due Figaro en el Real tuvo lo previsible. La fama de Muti, una tarde... y una representación muy agradable, … y poco más. No sé si es poco o mucho a más de 300€ la butaca de patio, y entre 50 o 70, creo, las de paraíso. Pero eso fue lo que dio.

Agradable y correcta orquesta, correctos coros, plana y muy tradicional puesta en escena de Emilio Sagi, y una dirección de Muti sobria, correcta, que dio para lo que da la obra de Mercadante.

I due figaro tiene un poco de todo. Un enredo que no hay quien se lo crea, áreas, dúos, ensembles, coros, y un dibujo de personajes algo pobre, sin mucha chispa. Algún momento brillante (un par), y una música que repite acordes. No es Mozart, eso está claro. Con esos mimbres Mozart sacaba petróleo. Con estos ni Muti podría sacarlos.

Pero encanto, hasta el punto de tener no sé cuantos minutos de ovación final, muchos, yo me fui cuando llevaban más de quince (o cerca). Se aplaudió a todo el mundo, a Muti más, por supuesto. Y casi, como pasa a veces, injustamente por igual a casi todos. Por igual a ellos que a ellas, mientras que la féminas estuvieron a años luz de las voces masculinas. Igual a un muy pobre Mario Cassi (Figaro) que a Antonio Polo (conde de Almaviva), y casi igual que a unas fabulosas Eleonora Buratto (Susanna), Asude Karayavuz (la condesa), Rosa Feola (Ines), o Annalisa Stoppa (Cherubino).

En el Real, especialmente en estas ocasiones, apenas uno puede meterse en la historia. Buena parte del público (las invitaciones son lo que tienen, me referiré a ellas si tengo un rato) aplaude cada vez que se termina de cantar algo, sin darse cuenta de que esto es teatro, y que a nadie se le ocurriría aplaudir cada vez que se acaba una escena, o un a frase, de Calderón de la Barca. Así no hay manera. Tan solo nos falta aplaudir al final de cada recitativo, creo que están en ello.

Lo dicho, tarde agradable, correcta, distraída. Pero no graciosa, no emocionante, lejos de ser estupenda. Emociona más ver la partitura original en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid.

Aplaudí bastante al final, me lo pase bien.

En general, un rotundo éxito.

"Su actuación provocó delirio en la sala: no era para menos" leo en la prensa. En fin...

... no se ha qué tipo de delirio se refiere, … o quizás sí.

Yo alucino....precisamente me asaltaron ayer esas mismas reflexiones despues del concierto de Gatti y la Nacional de Francia....aplaudimos antes de que coja la batuta y nos da igual lo que toque....creo que en este pais,y mira tu que si de paletos se trata,yo el primero,tenemos el aplauso facil,en general sacamos pañuelos a cualquier faena.....Ole.
lo del publico no tiene perdon de dios,ni en Madrid,en en Villarriba de Enmmedio
salud

yo creo que el aplauso en España en cuanto a música clásica es incondicional y entusiasta por cortesía, jaja... Acabarán por ponernos unas lucecitas para indicar el momento de aplaudir.
Esto me recuerda a los aplausos en las cámaras parlamentarias de este país. Todos los discursos tienen asegurado el aplauso de su grupo aunque muchos de ellos son para salir corriendo... Pero este es un pecado venial. espero que no se ponga de moda lo contrario, y al mínimo disgusto al público se le de por abroncar y tirar tomates , y es que como somos un país de extremos...

Ya hubo bronca el otro día en el Real.

Por lo que has comentado, bronca debió de ser lo mínimo... Un saludo.


P.D.: esperemo no termine como "La opera de Vigata" de Camilieri.

La bronca fue en C(H) CE U RS, buscada, digo yo. Se merecía algo más que bronca, una espanta generalizada, pedir la oreja, o incluso algo más.

En C (H) CE U RS pasan muy pocas cosas, y las que pasan son un nada ridículo, y vulgar. Dura 2 horas seguidas (yo me fui a la 1:15, y aunque tengo referencias del total, comento solo lo que vi y lo que me contaron de lo que vi).

Los primeros 15 minutos apenas pasa nada. Durante un buen rato todo está apagado, no se ve ni se escucha nada. Tras esto se ilumina a una persona (con el tradicional camisón ramplón) de espaldas. Durante 10 minutos, sin moverse, va subiendo muy lentamente el mismo (con las manos sobre los hombros) para dejar un cuerpo deforme al descubierto.

Suenan los coros, que aparecen en escena. Nada tiene que ver con lo demás, incluso a veces con la música. Seis o alguno más, bailarines (que no ejercen de tal) convulsionan los músculos de sus extremidades apenas sin moverse (otros diez minutos). Lo mismo lo repiten en varios pasajes. Idénticas convulsiones, posiciones feistas con el cuerpo, las mismas de pie o tumbados. En unas se ponen feas bragas y calzoncillo, en otras se las quitan. Voz en off, después la veremos, con frase corta repetida mil veces de; “¿quién soy yo?”, “¿quiénes sois vosotros?”…. Para colmo chillidos y gruñidos entre las actuaciones de los coros. Y así todo el rato, entre los pocos movimiento, muchos momentos donde no pasa nada.

Bueno, el mínimo esfuerzo, y algo más… rancio, visto mil veces desde hace años, más que la peseta. Pero sí, la genialidad es que hay gente que sigue viviendo de esto, y no la saquemos a gorrazos.

El otro día (la bronca):

En ese alarde de estupidez hay una escena en la que, a mitad de obra, sale todo el coro, se despliega como en el resto de la obra por el escenario (se supone que también actúan) y con un cartón en bruto, se pone cada uno (unos 50, o más) a escribir una palabra (tardan un rato). Acto seguido se van acercando al público, hacia el borde del escenario, y cogen unos micrófonos que están en el suelo, enseñan la frase, y dicen su nombre. El sábado esto duro 5 u 8 minutos. El otro día, tal cual se ideo, duro más de 15. La gente ya no aguanto más, y empezó a abuchear. Un señor del público también dijo su nombre a gritos, y así varios más... In crescendo.

Creo que al final habría que acercarse a la salida de autoridades, y a la de artistas, y amablemente haberlos acompañado al aeropuerto, asegurándonos de que no volvieran a entrar en suelo español, o en otro que aprecie el dinero que se uno se gana con el sudor de su frente. Y me quedo corto.

No sé si es muy edificante eso de que “si uno busca bronca que después no proteste” a mí me cuesta mucho ponerme a su altura.

Joder Seoane...que casualidades tiene la vida,justo ayer cuando volvia del concierto de Gatti escuchaba por la radio la bronca que se formo hace cien años con La Consagracion de la Primavera....curioso...
salud

Son comparaciones, sé que no es tu intención, muy lejanas. Es que aquí, para empezar, casi no pasa nada (no da ni para el escandalo). Si cobraran por el tiempo que cantan o se mueven, saldría el minuto muyyyyyyyy caro.

Por supuesto....simplemente me ha llamdo la atencion la casualidad.
salud

Entonces tengo que rectificar mi afirmación anterior. En españa el aplauso es incondicional excepto en el Real La verdad es que no me imagino al público abroncando en un concierto, ballet u ópera cual hooligans futboleros. Será que por el extrarradio somos más indulgentes o no pasan esas compañías tan "vanguardistas" Pero ya tuvo que ser de traca el espectáculo, Seoane, para acabar en la mofa del respetable...Aunque también es cierto que circula mucho provocador en el ramo artístico...

El pateo ha existido desde que el teatro es teatro... Otra cosa es que por educación se aplauda cuando sale el concertino y cuando sale el director... pero de eso a entregarse sin escuchar, pues como que no, los bravos hay que ganárselos. Ahora, yo, por mi parte, soy de los que acuden a los espectáculos a disfrutar y con buen espíritu, con lo cual muy mal lo tienen que hacer para que no disfrute. El último concierto que fui de la nacional, con Frubeck de Burgos, disfrutamos un montón, y hubo sus aplausos, que él se merece tan solo por ser quien es y los años que lleva, un amigo mio, el típico listo que todo lo sabe y critica, dijo lo siguiente: el director no seguía a la orquesta. Ante mi asombro, porque para darte cuenta de ese detalle hay que saber mucho más de lo que el sabe, le contesté, "por eso ha sonado tan bien la nacional, porque tocaban sin director", a lo que se quedó callado. Un saludo.

Está claro que un margen de respeto a todo el que se sube a un escenario, que de por sí ya es una hazaña, es de rigor. Cuando es un desastre lo que se ofrece, pues un discreto aplauso de cortesía; otra cosa es que se acerque a la tomadura de pelo, aunque este extremo es difícil de detectar. En ese caso, levantarse y marcharse. Pero es cierto que pasarse de aprobación y de bravos puede esconder simple snobismo o es el reflejo de una inversión por la cual el público es el que quiere complacer en lugar de ser el artista el que ha de complacer al público. Suele pasar con las figuras consagradas, que reciben los bravos aún en sus más desgraciadas y desafortunadas actuaciones.