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Shadow Kingdom - Bob Dylan (aún en emisión por pago)

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Mensaje  Scarletbegonias Sáb 24 Jul 2021 - 2:00

Crítica: Shadow Kingdom: The Early Songs of Bob Dylan, por Javiera Gutiérrez

Streaming por Veeps.com 18.07.2021

Cuando se anunció la actuación de Bob Dylan por el sistema streaming, y se la promocionó como su primer concierto desde 2019, nadie supo a qué formato de espectáculo asistiría hasta el inicio mismo de la transmisión de lo que algunos ya llaman, a falta de otra denominación, “film-art”. Shadow Kingdom no fue un show “en vivo”, como muchos esperaban, sino la presentación de una puesta en escena deliberada y minuciosa de cincuenta minutos para trece canciones “tempranas”, la mayoría de los años 60 y los primeros 70 y una, de fines de los 80. A primera vista podría considerársela ajustada, casi escasa, pero abarca el universo completo de la lírica dylaniana.  

Desde hace por lo menos dos décadas, tanto las preferencias musicales como el vestuario y especialmente el sonido que BD busca vuelven una y otra vez a los años 40 y 50, los Estados Unidos de su infancia y adolescencia. Y en esa época parece transcurrir una buena parte del espectáculo que brinda un cuarteto de guitarras, contrabajo/bajo, y acordeón, liderados por un frontman que es Bob Dylan, en un nightclub pueblerino, con persianas americanas raídas y guirnaldas de alguna fiesta olvidada. El público es de parroquianos, no han ido especialmente a ver el show sino a distraerse de sus penurias cotidianas: mujeres arregladas (hoy diríamos “producidas”) para la seducción, hombres trabajadores, pensativos y ensimismados. En las mesas hay vasos, botellas y ceniceros; se fuma mucho y el humo de los cigarrillos crea una cortina de bruma a las sombras que semiocultan a los músicos. La filmación blanco y negro refuerza la idea de tiempo ido, de pasado, sin embargo, los únicos elementos contemporáneos, los barbijos negros que enmascaran a los cuatro músicos nos advierten que es hoy, pandemia; habrá alivio, no evasión.

Mientras avanza la noche, los músicos acompañan y canalizan los efectos progresivos de la cercanía y el alcohol: si en el comienzo los asistentes escuchan un poco indiferentes el arreglo de resonancias country de “When I Paint my Masterpiece”, y los hombres ni se inmutan frente a “Tom Thumb blues”, de a poco unos y otros irán relajándose hasta terminar bailando, formadas casi todas las parejas, “Watching the River Flow”. Pero el ámbito del salón se alterna con unas posibles bambalinas, un “atrás”, un “otro lado”, un espacio completamente escenográfico, de cortinados blancos y negros, donde el cantante opta por interpretar lo privado: la balada melancólica, la enumeración anfetamínica, la interpelación admonitoria, el adiós.

Todo es decididamente anacrónico sin permitirse la nostalgia, las marcas del desencanto y la ironía de Dylan abundan, aunque él ya no grita, ya no está enojado o herido, sino que cuenta y advierte, a veces incluso apunta con el índice o refuerza sus mejores deseos con los puños apretados, como en “Forever Young”. Y su voz, renovada, precisa, despejada, relata la aceptación del curso del mundo y de las relaciones humanas, mientras él se sienta en la orilla a ver el río correr.  

Es ocioso decir que las canciones se sostienen por sí mismas y que son o serán un gran disco sin la necesidad del correlato fílmico, pero el acierto de la directora Alma Har’el es haber comprendido el balance entre “estar al servicio” de las canciones e imprimir su propio concepto autoral –que incluye el planteo de esos dos ámbitos del artista escénico–, con el que amasa pacientemente una leve narrativa que se amalgama de manera elegante a la implícita en la lista de temas.    

Moviéndose confiado sobre un sonido redondo, acolchonado, básicamente acústico del cuarteto, Dylan despliega sus mejores recursos vocales en años y reserva la armónica para pequeños arreglos que apenas llegan a solos, así como otras veces lleva una guitarra colgada al estilo Elvis, casi sin tocarla. Se desconoce si los músicos son verdaderamente los intérpretes de la grabación o solo actuaron de músicos para la filmación –en los títulos finales figuran como “players”– de esta representación de la representación. La comunidad de seguidores aún discute si la voz fue o no grabada en ese momento, dada la sincronía perfecta entre lo que se oye y los movimientos de la boca.

Que todas las canciones tengan arreglos nuevos (fascinantes) y letras modificadas es una de las marcas de estilo de quien evita caer en cualquier automatismo y se ocupa de no fosilizar sus creaciones. A la vez, va incorporando sus melodías a los géneros tradicionales norteamericanos: blues, jazz, country, western swing, rhythm & blues, rock & roll, gracias a los que logra una cohesión absoluta en cualquier selección que decida entre más de quinientas composiciones.

Separados y a la vez unidos por un cartel que anuncia los títulos, casi no hay silencio entre un tema y otro, y cualquier sonido ambiente está silenciado: no hay murmullos ni toses ni tintineo de vasos. Al final del espectáculo, el público aplaude de pie, pero sus aplausos no se oyen. Así como quienes probablemente ya dejaron el salón para entregarse al sexo o la soledad, no oyen lo último que tiene Dylan para decir, en bambalinas: todo se acaba, “It’s all over Now, Baby Blue”.

Shadow Kingdom es un registro excepcional que nos permite ser privilegiados testigos contemporáneos de cómo Bob Dylan afianzó su calidad interpretativa hasta tomar el control más exacto, sobrio y emocionante de su obra, hecha de luz y sombra.




El País, El Mundo, El Periódico, La Vanguardia, El Diario, ABC, Público......... en su miseria cultural han hurtado al público español (ni anunciaron previamente la emisión ni han comentada nada, absolutamente nada respecto a ella) amante de la música (no circunscrita a Dylan) de la posibilidad de acceder (ver y escuchar) a esta joya que se emite desde el pasado domingo noche y se terminará de emitir el domingo 25 a las 22:00, hora peninsular. Por 28 dólares (25+comisión) se puede acceder las veces que se quiera durante las 24 horas del día....


Es vergonzoso, tercermundista, miserable. Un atentado al arte y la cultura. Como si Dylan fuera un "pringadillo al que le tocó un Nobel en la rifa de la tómbola"

https://bobdylan.veeps.com/stream/events/51f46a6e-11c1-4d31-97df-6eb9c6bd7f5f
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Mensaje  Scarletbegonias Dom 25 Jul 2021 - 6:34

https://www.theguardian.com/music/2021/jul/24/bob-dylan-shadow-kingdom-live-stream-review

https://www.jornada.com.mx/notas/2021/07/24/cultura/bob-dylan-el-retorno-20210724/
Bob Dylan está de regreso y tiene a todos desconcertados luego de su concierto triunfal. Concierto-desconcierto, especialidad de Robert Zimmerman, Mr. Mistery.

Su retorno implica nueva invención de su autoría: el formato de concierto-filme, forma de arte que reúne varias disciplinas: cine, fotografía, música de concierto, en particular música de cuarteto de cuerdas y música orquestal camerística, teatro, artes plásticas, poesía…

El desconcierto se apoderó de los ansiosos desde los primeros instantes de la transmisión el domingo 18 de julio por la tarde y, otra característica triunfal de Mr. Mistery: el éxito ha sido tan abrumador que se extendió de 48 horas a una semana entera el tiempo en que está disponible en la web ese concierto, ya convertido en referente cultural. Todavía se puede ver hoy y mañana en la plataforma Veeps.com

Lo que todos esperaban no sucedió: que apareciera Dylan en un escenario convencional, con su banda que lo ha abanderado en todo su Never Ending Tour y desgranara sus “grandes éxitos”.

Lo que apareció en miles y miles de pantallas en el planeta fue, en cambio, un hermoso filme en blanco y negro, de 50 deliciosos minutos de duración, donde Mr. Mistery cantó como nunca en su vida: con afinación insólita, fraseo inaudito, concentración aguda, la mano en el corazón.

Seleccionó 13 piezas de su repertorio temprano para hacer lo que ha hecho siempre: re-escribirlas, re-componerlas, actualizarlas, ponerlas en la vibración del aquí y el ahora.

Como acostumbra también, orquestó un equipo creativo joven y genial, encabezado por la cineasta israelí-estadunidense Alma Har’el, y cinco músicos estupendos, dirigidos por los guitarristas Buck Meek y Shahzad Ismaily, la contrabajista Janie Cowen y el acordeonista Joshua Crumbly. Todos con cubrebocas, signo de nuestros tiempos trágicos.

El desconcierto de los desconcertados los concentró en seguir obsesivamente los movimientos de manos y brazos y cabezas de los músicos, que, evidentemente, no coincidían con el sonido que salía de sus instrumentos, cuando en realidad era evidente que se trata de un concierto-filme y, como todo filme, es resultado de tomas innúmeras y un trabajo de edición muy elaborado, con cortes de edición desconcertantes a propósito, para generar la fascinación que nos envolvió a lo largo de cada una de las 13 piezas y que nos sumergía en un estado de ensoñación cada vez que terminaba una obra y comenzaba la siguiente: una serie de interludios maravillosos, que constituyen otra de las novedades virtuosas de Mr. Mistery, siempre tan imprevisible, siempre tan él.

Esos pasajes puramente instrumentales los ideó Bob Dylan siguiendo los pasos del compositor británico Benjamin Britten (1913-1976), quien en su ópera Peter Grimes, incluyó cuatro interludios, donde cada uno de ellos conduce a la siguiente escena sin interrupción y son tan exquisitos musicalmente que pasaron a la historia como los Cuatro Interludios Marinos y se interpretan de manera independiente en las salas de concierto.

Los interludios dylanianos son también una exquisitez musical: es el momento en el que uno como público suelta la carcajada, luego de sonreír toda la pieza donde los cuatro músicos gesticulan de manera muy divertida y les sale muy bien el papel de músico romántico y apasionado que ama su instrumento y es un virtuoso como lo fue don Paganini.

Así, Dylan gesticula todo el tiempo, como si estuviera declamando como hicimos todos en la escuela primaria pero en su caso está entregando el alma.

Si nos tomamos el trabajo de trazar en una hoja de papel los números del uno al 13 separados con un guion, obtendremos el guion del filme entero: la suma de las rayitas separadoras nos otorga un total de 10 interludios, y como Dylan alternó una pieza rítmica con una pausada, es decir: un rhythm and blues seguido de una balada, los números nones nos arrojan siete piezas de blues y los números pares, seis canciones de amor = el mágico número 13.

Ah, qué Bob Dylan tan genial, por eso desconcierta a todos. Bueno, a quienes quieren todo peladito y en la boca y les da miedo el misterio, en este caso del inocuo Mr. Mistery.

Más misterio y diversión: en los créditos finales, aparecen agradecimientos y falsas locaciones. Se nos indica, como cerrándonos un ojo, que el concierto fue filmado en el Bon Bon Club de Marsella, cosa que desmienten de inmediato y a las carcajadas los franceses: tal lugar no existe.

Fue filmado en mayo y así fue como celebró Bob Dylan su cumpleaños número 80.

El filme-concierto de Bob Dylan tiene su locación en un estudio de filmación, donde se construyó un bar donde todos fuman y beben a profusión y se contrataron 15 actores, algunos de ellos cuyas fisonomías recuerdan la portada del disco más reciente de Dylan: Rough and Rowdy Days: negros bailando blues en un antro de suburbio de los años cuarenta.

Filmada en blanco y negro, esta película-concierto retrata uno de los muchos misterios de Mr. Mistery y por eso lo tituló El reino de las sombras.

En la vida de conciertos de Bob Dylan hay sesiones históricas, poco conocidas, donde él toca en una barraca frente a leñadores que fuman como chacuacos y beben como cosacos, mientras él canta sin que nadie lo pele. Quizá por eso Mr. Mistery acostumbra, algunas veces, tocar de espaldas al público, o ladrar sus canciones para que nadie las entienda.

El principal misterio del Señor Misterio es su música: inaprensible, indefinible, siempre en transformación. Por ejemplo, la pieza inicial, titulada When I Paint My Masterpiece, que Bob Dylan regaló a su banda preferida: The Band, y que grabó hace exactamente 50 años (misterio develado: por eso inició con esta pieza Dylan su concierto de reaparición, luego del último concierto que había dado, en diciembre de 2019), incluye deliciosas variaciones líricas de crooner, así como hizo cambios notorios en la cuarta pieza del recital: I’ll be your Baby Tonight, en el verso “everything is going to be different”, del original, que data de 1967, incluida en el hermoso disco John Wesley Harding, ahora en su concierto de retorno triunfal cambió a: “everything is going to be beautiful”.

Eso, belleza, porque la belleza es otro de los grandes misterios de Mr. Mistery. Si tuviéramos que definir su concierto Shadow Kingdom en una sola palabra sería sin duda esta: Belleza.

La belleza de Watching the River Flow, por ejemplo, otra canción que cumple medio siglo; la belleza de Queen Jane Approximately, la segunda pieza del concierto; la belleza de Just Like Tom Thumb’s Blues, enlazada cuasi ataca con Tombstone Blues para enlazar con otra canción de amor: To Be Alone With You. Belleza. Mr. Mistery ama la belleza.

Como en una sinfonía de Bruckner, donde la energía se va acumulando en oleajes, la pieza novena, Forever Young, fue la ola más elevada del concierto, enunciada pulcramente, a lo William Shakespeare, en semirecitativo:
May God bless and keep you always May your wishes all come true May you always do for others And let others do for you
(…)
May you grow up to be righteous May you grow up to be true May you always know the truth And see the light surrounding you

Mr. Mistery es un sinónimo de Mr. Irony. Su sentido del humor es único e irrepetible. Es irónico de manera suave, amorosa, por eso tituló El reino de las sombras a su concierto, como mera ironía, porque como él mismo se retrata en los versos aquí arriba citados: el señor Robert Zimmerman es un ser rodeado de luz.

Desconcertó a todos cuando electrificó su guitarra en 1965 y pocos entendieron que eso se llama evolución creativa: diversificar el sonido ha sido uno de sus sellos. Nunca ha abandonado su guitarra acústica, y siempre se hace acompañar de ese breve adminículo que convierte en locomotora en sus manos: su armónica.

Desconcertó a todos cuando, a finales de los años sesenta, se volvió pastor y, dijeron sus desconcertados malquerientes, “se puso a predicar la palabra de Dios”. Pocos entendieron que eso se llama evolución personal, riqueza musical: todo ese periodo ennobleció sus conciertos con el tesoro lírico del gospel.

Mr. Mistery. Bob Dylan. Robert Allen Zimmerman, desconcierta a todos nuevamente. Su flamante obra maestra, el filme-concierto Shadow Kingdom, es un monumento artístico de lenta digestión. Tienen mucha tarea quienes necesitan muletas para andar y compartimentos estancos para “entender” la música.

Quienes amamos la belleza, tenemos con nosotros un nuevo tesoro: Shadow Kingdom. Ya se irán develando los misterios. Ya sabremos pronto si ese film-concierto saldrá en formato devedé, o en la web, en streaming, o su banda sonora en un cidí. Por lo pronto, Bob Dylan acaba de anunciar nuevo disco: Springtime in New York: The Bootleg Series Vol. 16, con materiales precisamente posteriores a ese periodo en que se convirtió al cristianismo e incluirá materiales otra vez exquisitos: Shot of Love, del álbum Infidels, de 1983, y materiales del álbum de dos años después: Empire Burlesque.

El maestro Robert Zimmerman está de regreso.



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