Sobre Réquiems

Transcribo un artículo que me ha gustado, firmado por Antoni Batista el el diario ARA.
Me ha interesado porque Batista es un periodista especializado en política y me ha sorprendido gratamente su cultura musical y la línea de pensamiento que es capaz de transmitir en su refelxión.
El artúculo está publicado en catalán y lo he traducido automáticamente, sólo he hecho alguna corrección de los errores más evidentes.
Allà va:

Johannes Brahms compuso Ein Deutsches Requiem, que traducimos por Un réquiem alemán, a raíz de la muerte de su madre. Brahms, que era agnóstico, no se basó en la liturgia de la misa de difuntos; hizo un librito que hoy llamaríamos interconfesional, con textos de la Biblia. Un monumental canto a la comprensión, la concordia y la misericordia. La trascendencia, sin embargo, no le es ajena: le pone una música sublime.

El réquiem de Brahms se sitúa entre las mejores piezas de esta forma sinfónico-coral tan especial, que los compositores interiorizan y personalizan como ninguna otra de sus partituras: la mayoría de autores sólo tienen un réquiem cada uno! Como si fuera una comunicación al anticipo de la trascendencia, y llegan a somatizar tanta energía espiritual que es sabido como Mozart estaba muriendo mientras componía su emblemática obra K. 626.

Los requiems son cimborrios musicales, rebosantes de dinámicas, y consiguen transportar los auditorios que estén abiertos al umbral del infinito, un buen ensayo para cuando llegue el momento del viaje iniciático ... San Agustín, autor de un interesantísimo tratado de musicología, escribe que "los cuerpos resucitados serán como música". Un canto a la belleza que completará la fórmula del violinista Einstein según la cual la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma. De la teología en la física. "La metafísica de la música" la argumentó cum laude la tesis doctoral de Hugo Banyeres (UB, 1996), filósofo escolástico, director de la biblioteca del Seminario Diocesano de Lérida y organista del Santuario Nacional de Santa Teresita del Niño Jesús.

Impelido por su reflexión, he hecho un estudio a fondo de los requiems. Para comprenderlos más que entenderlos, me son de gran valía las aportaciones pianísticas que puedo interpretar, como la Marcha fúnebre de Chopin y las transcripciones de Liszt de las partes Confutatis y Lacrimosa del Réquiem de Mozart ..., que Chopin quiso a su funeral en la iglesia parisina de la Madeleine.

Tengo catalogados cerca de cuatrocientos requiems. El elemento estadísticamente pertinente es esta singularidad en opera magna que análogamente, tienen plurales aportaciones en los otros géneros musicales. La unicidad que me permite formular mi teoría del réquiem: el compositor escribe el réquiem para él mismo y, tenga o no fe religiosa, intenta el desafío o la aventura de establecer una eventual comunicación con la trascendencia, que encuentra en la música su lenguaje intangible y energético.

Los requiems suceden en el tempo histórico a las misas de difuntos gregorianas, con un eslabón de enlace en la polifonía renacentista y el inmenso Officium defunctorum, de Tomás Luis de Victoria (1605). Tienen excelentes requiems Gounod, Cherubini, Berlioz, Dvorák, Bruckner, Perosi ... La contemporaneidad nos aporta, entre otros, los de Kurt Weill, con texto humanístico y ecológico de Bertolt Brecht; el de Stravinsky, tan breve como espectacular; el War requiem, del pacifista Benjamin Britten, para la consagración de la nueva catedral de Coventry, después de que la antigua fuera destruida por la aviación nazi; el de Andrew Lloyd Webber, el autor de Jesus Christ Superstar, Evita, Cats ...

Los requiems más interpretados y grabados, por lo tanto los más populares, son el mencionado de Mozart y el de Verdi, en este caso tan visitado por los abonados a los teatros de ópera como pulverizado por voces líricas que pronuncian el latín a la inglesa y rezan como si se estuvieran declarando a alguna de las mil tres amantes españolas de Don Giovanni. El de Brahms viene después, con un mano a mano con el de Fauré, que también incluye una licencia en el texto, al destacar la antífona In paradisum, el paraíso. Sutilmente, Shostakóvich lo evoca el final de su Quinta sinfonía, apenas liberándose de un período de ostracismo estalinista.

Una de las fortunas emocionales que me ha proporcionado el periodismo ha sido el trato con Sergiu Celibidache, considerado uno de los mejores directores de orquesta de todos los tiempos. Le vi ensayar el réquiem de Fauré y cuando explicaba el In paradisum intentaba transmitir a cantantes que debían situar en una dimensión etérea o volátil para entonarlo, que debían ser como los querubines músicos de tantas pinturas, elevarse y que la música se confundiera con el aire, que no pesara como no pesa el alma según san Agustín.

Sergiu Celibidache tiene registrados los requiems de Fauré, con la London Symphony, y los de Mozart y Brahms, con la Filarmónica de Múnich, tomada en la iglesia de San Lucas desde el budismo zen que practicaba el maestro! En YouTube hay bastantes colgados, siempre valiosos, más si tenemos en cuenta que Celi se negaba en redondo a grabar en estudio.

Los requiems no son obras tenebrosas, al contrario, cantan la luz -que también es la fórmula de Einstein- y nos invitan al descanso en paz. Estado plácido de bondad que nos ayuda a vivir y nos entrena para morir.

En cuanto a Celibidache con Munich en su edición EMI también tiene el de Verdi y otra interpretación del de Fauré.

Gracias por transcribir el artículo es bastante interesante y esclarece muchas cosas. Y me alegra que destaque especialmente el de Brahms, quizás el más infravalorado de la discografía.

Un saludo

Buenas,

Interesante artículo el de Batista, gracias por compartirlo.

Poseo los requiem de casi todos los compositores citados, mi Requiem favorito es el de Verdi, del que poseo más de 20 versiones.

Si tuviera que escoger una versión, sin dudarlo, recomendaría uno que no existe en formato CD o vinilo. Se trata del Requiem de Verdi dirigido por Herbert Von Karajan, disponible en DVD Deutsche Grammophon, con el coro y orquesta del Teatro alla Scala de Milán.

Esta orquesta y coro "llevan" en su ADN a Verdi y es evidente desde la primera nota. La "italianidad" con la que canta el coro, con sus pianissimi y sus forte, la pronunciación, en suma, el estilo, es auténticamente verdiano y ningún otro coro, por excelente que sea, puede acercarse a éste. La orquesta también brilla a gran nivel.

Que decir de los solistas. Leontyne Price, Fiorenza Cossotto, Luciano Pavarotti, Nicolai Ghiaurov. Todos ellos en plenitud de facultades vocales. Escuchar el "recordare" por las dos voces femeninas es una de las experiencias más conmovedoras que existen, aunque también destacaría el Lacrymosa.

Price pronuncia las frases tremens, factus, sum ego de una forma que pone el vello de punta, dominando los registros en pianissimo, forte...todos, con un fiato prodigioso.

Cossotto está sublime, diría que es una de las mejores interpretaciones de una de las mejores mezzo de la historia. Aquí, se "sacude" la línea interpretativa de las azucenas, amneris, etc., y se pliega tanto a las indicaciones de la partitura como al estilo verdiano de esta obra, una maravilla.

Un joven Pavarotti, con una voz italiana arrebatadora, bellísima, interpreta sus solos con un estilo contenido y fervoroso, dominando el difícil arte de cantar en piano.

Ghiaurov canta sin el estilo cavernoso que utiliza en tantas óperas, plegándose tanto a la partitura como a la dirección de Karajan.

Y Karajan...

Obtiene tanto de la orquesta milanesa como de los cantantes, una versión destacabilisima. Si bien hay partes en el Requiem de estilo netamente operístico, y así son tratadas, es en las partes más íntimas donde brilla el gran maestro salzburgués.

Ni el Requiem de Giulini (con una Schwarzkopf y un Gedda con voces no idóneas para estos registros) ni otras tantas versiones, tratan con el fervor verdiano, sea por los solistas, sea por el coro, sea por la dirección, logran un registro tan redondo como éste de Karajan.

Mi otra versión favorita, es la extraordinariamente dirigida por Victor de Sabata, coro y orquesta de la Scala de Milán.

Los solistas son Di Stefano, Domínguez y Siepi, con interpretaciones que rozan la perfección absoluta. En cuanto a la soprano, estaba previsto que lo grabara María Callas. Por razones que desconozco, no lo hizo, y es una auténtica lástima, pues habría sido ideal el "tratamiento" que la soprano griega habría dado a su parte. El productor, Walter Legge, "echó" mano de su mujer, Elisabeth Schwarzkopf, con una voz nada idónea para este rol, con un registro central sin cuerpo y unos graves con poco peso.

Después, hay innumerables versiones donde el tenor es bueno pero el resto no, la soprano y la mezzo están bien (Caballé, Cossotto) pero tenor y bajo están fuera de estilo, etc.

Mi Requiem favorito es el de Verdi, después, el de Mozart, y luego, el resto.

Saludos

A mi también me encanta el Requiem de Verdi, pero no porque destaque como REQUIEM precisamente . Personalmente como obra sinfónico-coral soy más de englobarlo en otra categoría y no siento que en verdad la obra desde un punto de vista compositivo esté orientada a alcanzar las cotas "espirituales" de otros requiems o misas, sino más bien a ofrecer una espectacularidad orquestal y melódica más cercano al mundo de la ópera, que como bien sabemos siempre fué su especialidad. En ese aspecto ni sus mas "relajadas" 4 piezas sacras se salvan.
Una lástima que Batista no haya citado la obra coral de Anton Bruckner, su Misa en F, especialmente en la interpretación del mencionado Sergiu Celibidache, me parece todo un ejemplo del camino que intenta indicar en cuanto a la naturaleza y esencia de lo que en efecto debería ser un Requiem desde un punto de vista inspiracional-humano en donde en efecto ser o no creyente desde un punto de vista religioso pasa totalmente a un segundo plano.

Saludos

Interesante reflexión.
En lo que se refiere a polifonía renacentistas, yo añadiría la Missa pro defunctis de Johannes Ockeghem y el motete Nymphes des bois (Déploration de la mort de J. Ockeghem) de Josquin des Prés.

Saludos