Músicos callejeros.

Seguro que alguna vez ha aparecido en el foro el tema de los muy buenos músicos que te puedes encontrar tocando en la calle. No se me había ocurrido hablar de ello si no hubiera encontrado dos casos ejemplares en dos días.
El primero fue en el intercambiador de Moncloa, en Madrid. Sentado en un banco había un chaval de unos veinte años, con su barba de tres días, a lo “estopa”. Estaba tocando una guitarra, flamenco del “serio”. No estaba pidiendo dinero ni nada, tocaba bajito, para él; pero tocaba tan bien que varios nos habíamos puesto a su alrededor para escucharle mejor. Le mirabas a la cara y se notaba que no nos veía: con los ojos abiertos, serio, parecía que estaba muy lejos de allí. Por desgracia llegó mi autobús y lo tenía que coger.
El segundo fue el sábado pasado. En el tramo de calle que hay entre el C. Inglés y la FNAC en Callao suelen tocar los sábados por la mañana un grupo variable de músicos que por el aspecto y el idioma deben ser eslavos. Seguro que más de uno los habrá visto (y oído). Por lo bien que tocan me imagino que son músicos profesionales, quién sabe si con trabajo fijo. Como mínimo suele estar el cellista. Usa un cello bastante baqueteado y de sonido no muy redondo, y su forma de tocar supongo que debe depender de su estado de ánimo. A veces cubre el expediente para sacar sus monedillas, pero cuando está de buenas y se aplica a las suites de Bach no queda más remedio que pararse a escuchar. El sábado pasado estaban cuatro: contrabajo, cello, viola y violín. Cuando pasaba estaban terminando una pieza y, como siempre, tocaban tan bien que aunque tenía algo de prisa me detuve y les eché unas monedas. Pero cuando me iba empezaron a tocar el segundo movimiento del concierto para dos violines de Bach. Fue algo glorioso. No se echaba de menos ningún instrumento, y tocaban con un sentimiento y una delicadeza tal que me parecía inexplicable que la gente no se parara embobada. Yo por lo memos me olvidé de todo lo que tenía que hacer.
En fin, de vez en cuando te encuentras regalos que no puedes compensar con dinero o con palabras.