Se ruega no escupir al médico
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javihv
Noncondition
César
Hamlet
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Se ruega no escupir al médico
El compañero Villegas me ha abierto el apetito y he entrado en Patente de corso, de Pérez-Reverte:
Se ruega no escupir al médico
XLSemanal - 11/6/2012
Centro de atención primaria, antes ambulatorio. Entre pacientes esperando turno, acompañando a una persona que necesita atención, aguardas en el vestíbulo, apoyado en la pared con un libro en las manos. Frente a ti, impreso en fotocopia, un rótulo pegado con cinta adhesiva: «El Colegio de Médicos actuará por vía penal contra toda clase de insulto o agresión hacia el personal de este Centro». Al lado, otro de las mismas características referido al Colegio de Enfermeras. Un poco más allá, un tercer cartel: «Se ruega guardar silencio». En la sala de espera hay sólo una veintena de personas, pero el guirigay es espantoso: conversaciones en voz alta, llamadas por el móvil. Parece un mercado. Abundan las protestas a grito pelado, con intención de que las oiga el personal sanitario que anda cerca, en plan estoy citada a las cinco menos cuarto y son menos cinco, qué poca vergüenza, mira qué tranquilas van las enfermeras y nosotros aquí, esperando, menuda pandilla de golfos, etcétera. Todo eso, expuesto con la zafia prosodia que manejamos los españoles en nuestras relaciones con el prójimo. Por supuesto, hay varias señoras de pie y varios fornidos varones sentados, mirando al vacío como si no las vieran.
Con quince minutos de retraso -plazo razonable, dado el trajín y la acumulación de gente-, entras en la consulta acompañando al paciente. Un médico con claros síntomas de agotamiento atiende sin levantar la cabeza mientras rellena los impresos adecuados. Y cuando a una de sus preguntas el paciente responde: «Desde las vacaciones», el doctor levanta por primera vez la cabeza, lo mira sarcástico y comenta: «Yo no tengo vacaciones». Luego procede al reconocimiento, mientras a través de la puerta cerrada llega el espantoso vocerío que continúa afuera, los gritos y las desconsideradas conversaciones en voz alta.Toca ir a urgencias. Como ahí la peña anda más perjudicada, el griterío es menor. Algo. Pero no faltan conversaciones telefónicas, voces en alto y protestas. Por la espera, por la falta de asientos, por no poder fumar, porque no hay máquina de café y refrescos. Todo cristo tiene algún agravio sanitario que exponer, directa o indirectamente, cada vez que asoma alguien del centro. Aguantando estoicas las preguntas, las protestas y los malos modos -con el pretexto de enfermedad propia o cercana, la falta de educación alcanza en lugares como éste extremos inauditos-, dos cansadas enfermeras, con una buena voluntad digna de elogio, se ocupan de todo con mucha mano izquierda, resignación y envidiable sangre fría.Llaman a un paciente. Fulano de tal. No aparece. Alguien comenta que se ha ido, cansado de esperar. No sería tanta urgencia la suya, piensas, aunque procuras no manifestarlo en este ambiente más bien hostil. El próximo paciente es una señora joven, musulmana, con pañuelo en la cabeza, acompañada por su marido, que se levanta para escoltarla. No puede venir usted, dice una enfermera. En urgencias sólo entran los pacientes. Entonces, el marido monta una bronca espantosa. Él no deja sola a su mujer allí dentro, y todos son unos racistas. Él conoce sus derechos. Sale un médico. Intenta convencerlo. El otro levanta más la voz. Racistas, insiste. Al final, claro, entra con la mujer. Entonces todos los pacientes, que habían estado callados mientras las enfermeras y el médico se enfrentaban al marido, estallan en comentarios. Podían irse a que los atendieran en su tierra, y cosas así. Un par de ellos sacan el móvil y se ponen a contar el episodio a su familia, amigos y vecinos. A gritos. Mira tú el moro. Etcétera.Sales al pasillo y vuelves a la sala de espera. Bajo los carteles que piden silencio, el vocerío es insoportable. Zumba la colmena de conversaciones en voz alta, ordinariez, descortesía y comentarios despectivos sobre el funcionamiento de la sanidad pública española. Se cae la cara de vergüenza, dicen. Y todo eso. Por un momento sientes el impulso de levantar la voz, como todos, para decir: «Tenéis una sanidad pública que no os merecéis, tontos del culo. Que no nos merecemos. Una sanidad fantástica. Gracias deberíamos dar por que esto todavía aguante. Que a saber cuánto dura. En vuestra puta vida, en la nuestra, podríamos pagarlo de nuestro bolsillo. ¿Quién os habéis creído que somos?».Es lo que te pide el cuerpo decir. Pero no lo haces, claro. En vez de eso, cierras el pico y te apoyas en la pared bajo los carteles donde se advierte a quienes insulten o golpeen a médicos y enfermeras. Luego abres el libro que traías, haciendo como que lees; mientras, en efecto, se te cae la cara de vergüenza.
Se ruega no escupir al médico
XLSemanal - 11/6/2012
Centro de atención primaria, antes ambulatorio. Entre pacientes esperando turno, acompañando a una persona que necesita atención, aguardas en el vestíbulo, apoyado en la pared con un libro en las manos. Frente a ti, impreso en fotocopia, un rótulo pegado con cinta adhesiva: «El Colegio de Médicos actuará por vía penal contra toda clase de insulto o agresión hacia el personal de este Centro». Al lado, otro de las mismas características referido al Colegio de Enfermeras. Un poco más allá, un tercer cartel: «Se ruega guardar silencio». En la sala de espera hay sólo una veintena de personas, pero el guirigay es espantoso: conversaciones en voz alta, llamadas por el móvil. Parece un mercado. Abundan las protestas a grito pelado, con intención de que las oiga el personal sanitario que anda cerca, en plan estoy citada a las cinco menos cuarto y son menos cinco, qué poca vergüenza, mira qué tranquilas van las enfermeras y nosotros aquí, esperando, menuda pandilla de golfos, etcétera. Todo eso, expuesto con la zafia prosodia que manejamos los españoles en nuestras relaciones con el prójimo. Por supuesto, hay varias señoras de pie y varios fornidos varones sentados, mirando al vacío como si no las vieran.
Con quince minutos de retraso -plazo razonable, dado el trajín y la acumulación de gente-, entras en la consulta acompañando al paciente. Un médico con claros síntomas de agotamiento atiende sin levantar la cabeza mientras rellena los impresos adecuados. Y cuando a una de sus preguntas el paciente responde: «Desde las vacaciones», el doctor levanta por primera vez la cabeza, lo mira sarcástico y comenta: «Yo no tengo vacaciones». Luego procede al reconocimiento, mientras a través de la puerta cerrada llega el espantoso vocerío que continúa afuera, los gritos y las desconsideradas conversaciones en voz alta.Toca ir a urgencias. Como ahí la peña anda más perjudicada, el griterío es menor. Algo. Pero no faltan conversaciones telefónicas, voces en alto y protestas. Por la espera, por la falta de asientos, por no poder fumar, porque no hay máquina de café y refrescos. Todo cristo tiene algún agravio sanitario que exponer, directa o indirectamente, cada vez que asoma alguien del centro. Aguantando estoicas las preguntas, las protestas y los malos modos -con el pretexto de enfermedad propia o cercana, la falta de educación alcanza en lugares como éste extremos inauditos-, dos cansadas enfermeras, con una buena voluntad digna de elogio, se ocupan de todo con mucha mano izquierda, resignación y envidiable sangre fría.Llaman a un paciente. Fulano de tal. No aparece. Alguien comenta que se ha ido, cansado de esperar. No sería tanta urgencia la suya, piensas, aunque procuras no manifestarlo en este ambiente más bien hostil. El próximo paciente es una señora joven, musulmana, con pañuelo en la cabeza, acompañada por su marido, que se levanta para escoltarla. No puede venir usted, dice una enfermera. En urgencias sólo entran los pacientes. Entonces, el marido monta una bronca espantosa. Él no deja sola a su mujer allí dentro, y todos son unos racistas. Él conoce sus derechos. Sale un médico. Intenta convencerlo. El otro levanta más la voz. Racistas, insiste. Al final, claro, entra con la mujer. Entonces todos los pacientes, que habían estado callados mientras las enfermeras y el médico se enfrentaban al marido, estallan en comentarios. Podían irse a que los atendieran en su tierra, y cosas así. Un par de ellos sacan el móvil y se ponen a contar el episodio a su familia, amigos y vecinos. A gritos. Mira tú el moro. Etcétera.Sales al pasillo y vuelves a la sala de espera. Bajo los carteles que piden silencio, el vocerío es insoportable. Zumba la colmena de conversaciones en voz alta, ordinariez, descortesía y comentarios despectivos sobre el funcionamiento de la sanidad pública española. Se cae la cara de vergüenza, dicen. Y todo eso. Por un momento sientes el impulso de levantar la voz, como todos, para decir: «Tenéis una sanidad pública que no os merecéis, tontos del culo. Que no nos merecemos. Una sanidad fantástica. Gracias deberíamos dar por que esto todavía aguante. Que a saber cuánto dura. En vuestra puta vida, en la nuestra, podríamos pagarlo de nuestro bolsillo. ¿Quién os habéis creído que somos?».Es lo que te pide el cuerpo decir. Pero no lo haces, claro. En vez de eso, cierras el pico y te apoyas en la pared bajo los carteles donde se advierte a quienes insulten o golpeen a médicos y enfermeras. Luego abres el libro que traías, haciendo como que lees; mientras, en efecto, se te cae la cara de vergüenza.
Re: Se ruega no escupir al médico
Hola.
Entiendo las licencias literarias, pero, ¿a qué clase de consultas acude este hombre? Me temo que a ninguna desde hace mucho tiempo. Como siempre, utilizando un tema que nos preocupa a todos para sacar a relucir la inquina que le corroe.
Salud!
César
Entiendo las licencias literarias, pero, ¿a qué clase de consultas acude este hombre? Me temo que a ninguna desde hace mucho tiempo. Como siempre, utilizando un tema que nos preocupa a todos para sacar a relucir la inquina que le corroe.
Salud!
César
César- Cantidad de envíos : 7636
Localización : Las Palmas de Gran Canaria
Fecha de inscripción : 14/12/2008
Re: Se ruega no escupir al médico
César escribió:Hola.
Entiendo las licencias literarias, pero, ¿a qué clase de consultas acude este hombre? Me temo que a ninguna desde hace mucho tiempo. Como siempre, utilizando un tema que nos preocupa a todos para sacar a relucir la inquina que le corroe.
Salud!
César
Totalmente de acuerdo. Es sólo una serie de lugares comunes absolutamente detestable. Lo de este hombre es siempre lo mismo. Lo cierto es que de puro predecible se ha vuelto insufrible.
Saludos.
Noncondition- Cantidad de envíos : 14252
Localización : Sitges
Fecha de inscripción : 21/12/2008
Re: Se ruega no escupir al médico
Ni la sanidad pública funciona tan mal ni los pacientes son tan mal educados... al menos por lo que veo yo cuando voy al médico.
javihv- Cantidad de envíos : 4806
Edad : 50
Localización : Córdoba (Spain)
Fecha de inscripción : 05/05/2010
Re: Se ruega no escupir al médico
Este autor siempre exagera sus apreciaciones para crear interés y de paso algo de polémica que nos despierte del bochornoso letargo que sufrimos.
Con relación a la sanidad pública en líneas generales es aceptable. No sé dónde vivís cada uno, pero mi centro de salud acoge a gente de raza gitana (que conste que no tengo absolutamente nada contra nadie) y he presenciado escenas parecidas y una incluso peligrosa, con navaja de por medio. Del mismo modo, las agresiones a los médicos y personal sanitario por desgracia siguen aumentando. Quiero pensar que fruto de la crispación general, pero más bien será por la falta absoluta de vergüenza y principios que tiene gran parte de la población y que va a peor.
Pero ese es otro capítulo.
Manuel.
Con relación a la sanidad pública en líneas generales es aceptable. No sé dónde vivís cada uno, pero mi centro de salud acoge a gente de raza gitana (que conste que no tengo absolutamente nada contra nadie) y he presenciado escenas parecidas y una incluso peligrosa, con navaja de por medio. Del mismo modo, las agresiones a los médicos y personal sanitario por desgracia siguen aumentando. Quiero pensar que fruto de la crispación general, pero más bien será por la falta absoluta de vergüenza y principios que tiene gran parte de la población y que va a peor.
Pero ese es otro capítulo.
Manuel.
villegas63- Cantidad de envíos : 4400
Edad : 61
Localización : Málaga
Fecha de inscripción : 22/08/2011
Re: Se ruega no escupir al médico
ese es mi Arturo
toni- Cantidad de envíos : 1665
Localización : Valencia
Fecha de inscripción : 25/12/2009
Re: Se ruega no escupir al médico
Siguiendo el ejemplo de Hamlet, os pego otro texto mítico de este autor. Una situación que a todos nos ha pasado. Y que cuesta vidas.
Tuve la oportunidad de presentarlo, como texto, a unos chavales con riesgo de exclusión social a los que ayudo para que se saquen el graduado. Conseguí que entendieran el mensaje. Eso es muy importante, dado que de otra forma, quizá nunca habría llegado a ellos. Fue el primer gran debate que conseguí con un grupo especialmente difícil.
Ahí os lo dejo para que disfrutéis.
_______________________________
El cretino de la curva
XLSemanal - 10/10/2011
Ayer por la tarde estuviste a punto de matarme. Cabrón. Un descuido trágico puede tenerlo cualquiera, por supuesto. Pero ése no fue tu caso. Tomaba tranquilamente una curva cerca de mi casa, a poca distancia del puente de piedra y el bar de Marcelino, y apareciste de frente con tu Seat Ibiza negro -creí ver que estaba tuneado, pero no me dio tiempo a confirmarlo-, a más de cien kilómetros por hora en un lugar señalizado para sesenta. Ignoro el motivo de que pisaras la continua. Quizá la música que tal vez llevabas a toda pastilla te ponía caliente, haciéndote perder el sentido de la realidad de las cosas.
Quizá atendías por el teléfono móvil una llamada de tu churri, o estabas presionando el encendedor del coche para encender un pitillo. Puede ser, también, que la velocidad excesiva te hiciera perder un instante el control en la curva; aunque imagino que, tal como eres, esto último no lo admitirías nunca. Igual que tus coleguis y todas tus perras castas, tonto de mierda, te consideras un virtuoso del volante y rey indiscutible de esas carreteras por las que siempre circulas por encima del límite, pegado al guardabarros del coche inmediato y adelantando por la derecha.
El caso es que ayer por la tarde, figura del asfalto, pasaste más de un metro la continua y me viniste encima por el morro. Te encontré de pronto delante, tan cerca que tuve ocasión de ver tu careto: unos treinta años, cara de cenutrio bajuno, pelo muy corto y flequillo engominado en forma de cresta. Para resumir, uno de esos pavos que tecleas en Google las palabras macarra, bajuno y poligonero, y salen tu foto de carnet y la de la madre que te parió. Te asustaste, confiésalo, porque pegaste un volantazo mientras chirriaban tus neumáticos; y entre eso y mi desesperada maniobra para eludirte hubo tiempo de que volvieses a tu carril, pasando a dos metros de mi faro izquierdo.
Te fuiste de rositas, supongo que a la misma velocidad, en busca de otro a quien endiñársela. Dejándome con una doble frustración, fruto del primer impulso: no tener veinte años y la seguridad necesaria para dar la vuelta al coche y perseguirte hasta la primera gasolinera, y no llevar en el maletero una escopeta con plomos del doce. Ahora, en frío, me alegro de que no se diera ninguna de esas circunstancias; pero el reconcome de la frustración sigue dándome retortijones en la memoria. Por eso te dedico esta página.
A ver si te lo explico clarito, tonto del culo. Ya han estado a pique de matarme antes, varias veces. Igual se te hace raro; pero aparte el coche tuneado y la discoteca hay vidas que, si las administras y tienes suerte, dan algo de sí. Antes de que nos cruzáramos ayer por la tarde, asómbrate, me quisieron poner mirando a Triana con diversas herramientas y en varios idiomas. Fulanos negros, blancos, amarillos, cobrizos, o mitad y mitad. De todo, oyes. Te lo juro. Unos por casualidad y otros con ganas. Hasta en cierta ocasión, de jovencito, un fulano como un orangután empezó a tirarme navajazos en un puticlub de El Aaiún, y yo no tenía con qué; y si no llega a intervenir mi amigo el teniente Albaladejo rompiéndole la cara, me quedo allí listo de papeles.
Todavía trago saliva al acordarme. Pero no sólo personas, ojo. Una vez, volando entre Larnaca y Beirut -que están un poco más allá de Fuenlabrada-, pegó un rayo en el avión. No veas el acojone. Y hasta el mar, que es muy borde cuando se cabrea, lo intenta alguna vez. Imagínate: yo blasfemando, mojado hasta el ombligo y con las uñas sangrando, y él dale que te pego, viento y olas que te rilas. Pero tengo suerte, tío. Y aquí me tienes. Contándotelo.
Comprenderás, considerado eso, que habría tenido mucha guasa no palmar en Sarajevo ni en el golfo de León, por ejemplo, para que tú me dieras matarile en la curva del bar de Marcelino. Llevándome además, como última imagen, no un paisaje bonito, un cuerpo de mujer o el rostro de amigos y gente querida, sino tu estúpida cara de cretino con cresta engomada saltándose la continua. Haber visto en dos absurdos segundos mi vida -o la de cualquier ciudadano al que el azar hubiese puesto en mi lugar en ese momento- interrumpida, rota, truncada, aniquilada por un cateto irresponsable que perdía el control del volante porque iba con prisa por recoger a su Yenifer, pasado de copas o de lo otro, se creía Fernando Alonso con un Ferrari, o conducía distraído y rascándose los huevos. Así que, mira. Como soy un fulano más bien correoso, poco inclinado a poner la otra mejilla y a la compasión hacia quien no la merece, espero que no te tomes a mal, dadas las circunstancias, dos detalles personales: que me cisque en tus muertos más frescos, y que desee con toda sinceridad, ya que amas la emoción automovilística, que uno de estos días pongas el coche a doscientos cuarenta, o lo que dé de sí, y te estampes contra una pared. Chof. Tú solo, o sea. Sin implicar a nadie. Hijo de la gran puta.
Tuve la oportunidad de presentarlo, como texto, a unos chavales con riesgo de exclusión social a los que ayudo para que se saquen el graduado. Conseguí que entendieran el mensaje. Eso es muy importante, dado que de otra forma, quizá nunca habría llegado a ellos. Fue el primer gran debate que conseguí con un grupo especialmente difícil.
Ahí os lo dejo para que disfrutéis.
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El cretino de la curva
XLSemanal - 10/10/2011
Ayer por la tarde estuviste a punto de matarme. Cabrón. Un descuido trágico puede tenerlo cualquiera, por supuesto. Pero ése no fue tu caso. Tomaba tranquilamente una curva cerca de mi casa, a poca distancia del puente de piedra y el bar de Marcelino, y apareciste de frente con tu Seat Ibiza negro -creí ver que estaba tuneado, pero no me dio tiempo a confirmarlo-, a más de cien kilómetros por hora en un lugar señalizado para sesenta. Ignoro el motivo de que pisaras la continua. Quizá la música que tal vez llevabas a toda pastilla te ponía caliente, haciéndote perder el sentido de la realidad de las cosas.
Quizá atendías por el teléfono móvil una llamada de tu churri, o estabas presionando el encendedor del coche para encender un pitillo. Puede ser, también, que la velocidad excesiva te hiciera perder un instante el control en la curva; aunque imagino que, tal como eres, esto último no lo admitirías nunca. Igual que tus coleguis y todas tus perras castas, tonto de mierda, te consideras un virtuoso del volante y rey indiscutible de esas carreteras por las que siempre circulas por encima del límite, pegado al guardabarros del coche inmediato y adelantando por la derecha.
El caso es que ayer por la tarde, figura del asfalto, pasaste más de un metro la continua y me viniste encima por el morro. Te encontré de pronto delante, tan cerca que tuve ocasión de ver tu careto: unos treinta años, cara de cenutrio bajuno, pelo muy corto y flequillo engominado en forma de cresta. Para resumir, uno de esos pavos que tecleas en Google las palabras macarra, bajuno y poligonero, y salen tu foto de carnet y la de la madre que te parió. Te asustaste, confiésalo, porque pegaste un volantazo mientras chirriaban tus neumáticos; y entre eso y mi desesperada maniobra para eludirte hubo tiempo de que volvieses a tu carril, pasando a dos metros de mi faro izquierdo.
Te fuiste de rositas, supongo que a la misma velocidad, en busca de otro a quien endiñársela. Dejándome con una doble frustración, fruto del primer impulso: no tener veinte años y la seguridad necesaria para dar la vuelta al coche y perseguirte hasta la primera gasolinera, y no llevar en el maletero una escopeta con plomos del doce. Ahora, en frío, me alegro de que no se diera ninguna de esas circunstancias; pero el reconcome de la frustración sigue dándome retortijones en la memoria. Por eso te dedico esta página.
A ver si te lo explico clarito, tonto del culo. Ya han estado a pique de matarme antes, varias veces. Igual se te hace raro; pero aparte el coche tuneado y la discoteca hay vidas que, si las administras y tienes suerte, dan algo de sí. Antes de que nos cruzáramos ayer por la tarde, asómbrate, me quisieron poner mirando a Triana con diversas herramientas y en varios idiomas. Fulanos negros, blancos, amarillos, cobrizos, o mitad y mitad. De todo, oyes. Te lo juro. Unos por casualidad y otros con ganas. Hasta en cierta ocasión, de jovencito, un fulano como un orangután empezó a tirarme navajazos en un puticlub de El Aaiún, y yo no tenía con qué; y si no llega a intervenir mi amigo el teniente Albaladejo rompiéndole la cara, me quedo allí listo de papeles.
Todavía trago saliva al acordarme. Pero no sólo personas, ojo. Una vez, volando entre Larnaca y Beirut -que están un poco más allá de Fuenlabrada-, pegó un rayo en el avión. No veas el acojone. Y hasta el mar, que es muy borde cuando se cabrea, lo intenta alguna vez. Imagínate: yo blasfemando, mojado hasta el ombligo y con las uñas sangrando, y él dale que te pego, viento y olas que te rilas. Pero tengo suerte, tío. Y aquí me tienes. Contándotelo.
Comprenderás, considerado eso, que habría tenido mucha guasa no palmar en Sarajevo ni en el golfo de León, por ejemplo, para que tú me dieras matarile en la curva del bar de Marcelino. Llevándome además, como última imagen, no un paisaje bonito, un cuerpo de mujer o el rostro de amigos y gente querida, sino tu estúpida cara de cretino con cresta engomada saltándose la continua. Haber visto en dos absurdos segundos mi vida -o la de cualquier ciudadano al que el azar hubiese puesto en mi lugar en ese momento- interrumpida, rota, truncada, aniquilada por un cateto irresponsable que perdía el control del volante porque iba con prisa por recoger a su Yenifer, pasado de copas o de lo otro, se creía Fernando Alonso con un Ferrari, o conducía distraído y rascándose los huevos. Así que, mira. Como soy un fulano más bien correoso, poco inclinado a poner la otra mejilla y a la compasión hacia quien no la merece, espero que no te tomes a mal, dadas las circunstancias, dos detalles personales: que me cisque en tus muertos más frescos, y que desee con toda sinceridad, ya que amas la emoción automovilística, que uno de estos días pongas el coche a doscientos cuarenta, o lo que dé de sí, y te estampes contra una pared. Chof. Tú solo, o sea. Sin implicar a nadie. Hijo de la gran puta.
villegas63- Cantidad de envíos : 4400
Edad : 61
Localización : Málaga
Fecha de inscripción : 22/08/2011
Re: Se ruega no escupir al médico
pero ¿como se atreven algunos a criticar a este hombre y su forma de escribir ? .ARTURO para presidente y no lo digo con sarcasmo .vive dios
toni- Cantidad de envíos : 1665
Localización : Valencia
Fecha de inscripción : 25/12/2009
Re: Se ruega no escupir al médico
Tremendo cretino el mentecato de Arturito
Salud!
César
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César- Cantidad de envíos : 7636
Localización : Las Palmas de Gran Canaria
Fecha de inscripción : 14/12/2008
Re: Se ruega no escupir al médico
cesar ,que duro eres con el pobre hombre .no seas asi hombre
toni- Cantidad de envíos : 1665
Localización : Valencia
Fecha de inscripción : 25/12/2009
Re: Se ruega no escupir al médico
Lleva toda la razón (aunque contado de un modo un poco brusco) con el artículo sobre el capullo del coche... ¿quién no se ha tropezado con más de uno en la carratera y ha deseado que la Guardía Civil estuviese a la vuelta de la esquina para meterle a semejante cenutrio un paquete de mil demonios?
javihv- Cantidad de envíos : 4806
Edad : 50
Localización : Córdoba (Spain)
Fecha de inscripción : 05/05/2010
Re: Se ruega no escupir al médico
Hola
A mi Reverte me parece entretenido ... hasta cuando me revuelve las tripas. Es lo que le pido a un literato de su género. Prosa fina desde luego hay que buscarla en otra estanteria.
Por otra parte no hay escritor que trabaje los géneros que trabaja reverte, bastante bien por cierto, que no sea excesivo y exagerado.
Los artículos que habéis posteado representan 2 situaciones 100% reales ... contadas de forma excesiva y exagerada.
En cuanto a los tacos ... aquí en Asturias estamos curados de espanto. Sin problema.
Un saludo
A mi Reverte me parece entretenido ... hasta cuando me revuelve las tripas. Es lo que le pido a un literato de su género. Prosa fina desde luego hay que buscarla en otra estanteria.
Por otra parte no hay escritor que trabaje los géneros que trabaja reverte, bastante bien por cierto, que no sea excesivo y exagerado.
Los artículos que habéis posteado representan 2 situaciones 100% reales ... contadas de forma excesiva y exagerada.
En cuanto a los tacos ... aquí en Asturias estamos curados de espanto. Sin problema.
Un saludo
xirea- Cantidad de envíos : 1004
Localización : Asturias
Fecha de inscripción : 14/12/2009
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